HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

Salvar vidas no es delito

HELENA RESANO
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Manuel, Julio y Enrique sintieron que no podían quedarse sentados en el sofá. Que lo que estaban viendo a las puertas de su casa, en las costas griegas, necesitaba de su experiencia y de su ayuda.

Les resultó insoportable ver día tras día esas imágenes en los informativos, en los periódicos: cientos, miles de personas, peregrinando desde Siria, desde Libia, huyendo de una guerra, de las bombas y buscando un futuro mejor. Cruzaban en embarcaciones de juguete. Cada día se jugaban la vida y no todos lo conseguían.

Ellos mejor que nadie saben que los abrigos son una trampa mortal cuando esas embarcaciones vuelcan: se empapan y arrastran los cuerpos hasta el fondo. Hubo imágenes que fueron difíciles de digerir, como la del cuerpo de un niño ahogado, boca abajo, en una playa. Así que no se resignaron con indignarse: actuaron.

Decidieron juntar sus días libres, sus vacaciones y se fueron hasta Lesbos. Habían participado en muchos rescates como bomberos. Sabían lo que había que hacer. Estaban curtidos en emergencias humanitarias y si muchas veces habían cogido un avión para irse a miles de kilómetros de casa, hacerlo tan cerca, era algo tan lógico que ni se lo plantearon.

Ellos hablan de inmoralidad: dicen que no hacerlo era algo implanteable en su código ético. Se fueron a salvar vidas pero hay quien entendió que hacían lo contrario: que su única motivación era promover la inmigración ilegal, aprovecharse de la desgracia de todos esos refugiados. Y les denunciaron. Aquel día habían salido tras una llamada de los guardacostas: había una embarcación a la deriva.

Tras un buen rato buscándola decidieron volver a puerto. No había ni rastro de esa embarcación y la sensación de los tres era un tanto amarga: volvían con las manos vacías, un poco rotos porque esta vez no lo habían conseguido. No sabían que su pesadilla estaba a punto de empezar: en el puerto les esperaba la policía griega. Quedaban detenidos.

El lunes se enfrentaron a un juicio surrealista. Han tenido que gastarse parte de sus ahorros en pagar primero la fianza, en contratar un abogado después, en defenderse de lo obvio. Se enfrentaban a penas de 10 años de cárcel. Y con esa angustia han vivido dos años. Afortunadamente la jueza lo tuvo claro y tras escucharles decretó su absolución. Pero el calvario de estos tres bomberos sevillanos es el calvario de muchas otras ONGs.

Hace unos días, los cooperantes de Proactiva Open Arms vieron cómo su barco quedaba confiscado en un puerto italiano y su tripulación acusada de asociación delictiva y tráfico de personas. Manuel, Julio y Enrique vuelven a España. Pero sin perder de vista lo que ocurre en el Mediterráneo. Y aunque han sido meses de angustia lo tienen claro: volverán a esas aguas porque saben que salvar vidas no es un delito.

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