HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

Fin del mundo versión ricos

HELENA RESANO
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Desde luego que entre la larga lista de preocupaciones que nos agobian cada día, la del fin del mundo no está en la de la mayoría de los mortales. Suficiente tenemos con llegar al final del día de una forma más o menos digna como para pensar en el fin del mundo.

Anteayer sufrí uno de esos momentos incómodos provocados por este ritmo de no parar: había salido a las ocho menos cuarto de la mañana de mi casa y eran las ocho y cuarto de la tarde y todavía no había vuelto. Con un viaje de varios días de por medio, mi nevera estaba tiritando, así que el momento cena lo tenía descuidadísimo. Y tiré de solución fácil: "¡Chicos, hoy cenamos hamburguesa!". Aclaro que el tema de las cenas en mi casa da para muchas columnas: todos los días hacemos primer y segundo plato, alternamos pescado y carne, de primero casi todos los días algo de verdura, pero este momento healthy, con una jornada de 12 horas, no tenía hueco. Así que tiré de comida rápida y en ese momento me entró la llamada que llevaba esperando toda la tarde. Y, claro, confesé: «Sí, me pillas cogiendo la cena».

Es nuestro día a día, nada comparable con el nivel de preocupación de los ricos del planeta. Según el cofundador de LinkedIn, la mitad de las élites adineradas de Estados Unidos anda buscando cuál es el lugar más seguro del mundo en caso de catástrofe: bien porque un asteroide impacte contra la Tierra, bien por el colapso de nuestro entorno por el cambio climático. Y se ha desatado una absurda carrera por comprarse terrenos y búnkeres en lugares teóricamente seguros: Nueva Zelanda y la Antártida son los más idóneos según la revista Forbes. Creen que serán terrenos fértiles y ricos en agricultura.

Hay empresas que se han especializado en la construcción de búnkeres de superlujo. En 2016 dispararon un 700% sus ventas. Y no son baratos. El modelo más caro ronda los 250.000 euros, con equipamiento de lujo, pero si su presupuesto es más modesto, por unos 20.000 euros puede tener el más básico. Cuentan con sistemas de ventilación especiales que filtran el aire de las sustancias tóxicas que se puedan haber quedado flotando tras el apocalipsis terrestre y pueden llegar a almacenar comida como para sobrevivir, sin salir, dos años. Algunos tienen jardín, piscina, bodega, sala de proyección... Lujos terrenales que se llevan al subsuelo para seguir viviendo a cuerpo de rey.

En esto andan entretenidos los más ricos del planeta. Mientras, usted y yo intentaremos llegar vivos al final del día, corriendo de aquí para allá, con la lengua fuera y con una sonrisa en la cara. Porque esto del fin del mundo, de momento, lo dejamos para el cine. Que la vida ya tiene lo suyo.

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