HELENA RESANO. PERIODISTA
OPINIÓN

Escríbeme a mano

HELENA RESANO
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¿Recuerdan la última vez que pegaron un sello en una carta? ¿la última vez que se acercaron a un buzón amarillo y metieron un sobre o una postal que habían escrito a mano? Hay que hacer memoria para fijar ese último día, esa última carta. El otro día leía que escribir a mano es el mejor ejercicio para mantener en forma nuestro cerebro. Escribir a mano, no en el teclado del ordenador como estoy haciendo ahora mismo.

Los periodistas somos de los pocos que seguimos con nuestro cuaderno y boli contando lo que pasa por el mundo. Y cada vez somos menos, porque las tabletas electrónicas se han impuesto en las ruedas de prensa. Y aunque eso sí es escribir a mano, no es propiamente el ejercicio de pensar una idea y plasmarla sobre papel. Es más un ejercicio de notario: de tomar nota de lo que se está diciendo.

Así que a mi propia pregunta, "¿cuánto hace que no escribo una carta a mano?", tengo que contestar que hace mucho tiempo.

Recuerdo que con mi madre, de muy pequeña, cada semana nos acercábamos a los buzones de correos que había junto al Paseo Sarasate de Pamplona. Eran dos enormes cabezas de león. Había que meter la mano en su boca y dejar deslizar el sobre sobre su lengua de metal. Aquellas cabezas me fascinaban: se llevaban las letras que mi madre había escrito a la suya y las hacían llegar hasta su pueblo. Me daban miedo, pero también me parecían poderosas.

Hoy, localizar un buzón amarillo de correos es misión imposible. Cada vez hay menos y la razón es muy simple: el correo epistolar ha desaparecido. Ya no nos escribimos cartas. Ni postales. Sólo recibimos cartas del banco y de la compañía de luz y gas. Y ya casi ni eso, porque es posible recibir la factura en tu correo electrónico. Y es una pena. Sólo sobre un papel puedes reflexionar tranquilamente y confesarte ante ti y ante el que escribes. En esas líneas hay recuerdos, hay confesiones, hay deseos. Ahora también escribimos, cierto, pero de otra forma, en otro formato, y no es lo mismo. Mi sobrina colecciona las postales que durante años le envió su padrino (mi marido) de cada rincón del mundo al que estuvo viajando durante años. Eran unas líneas, pero en ellas resumía dónde estaba y lo que se acordaba de ella. Las sigue guardando, espero, y en ellas hay escritas 20 años de viajes.

Escribir a mano ayuda a nuestro cerebro a seleccionar la información, a retenerla y a su desarrollo cognitivo. Somos más ágiles, pensamos más rápido. Así que como tarea para este verano, voy a enviar unas cuantas cartas. El problema es averiguar a qué dirección. ¡Feliz verano! Y nos leemos a la vuelta.

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