GENOVEVA CRESPO. PERIODISTA
OPINIÓN

Lectora de periódicos

Genoveva Crespo, periodista.
Genoveva Crespo, periodista.
20MINUTOS
Genoveva Crespo, periodista.

Una de las cosas que más me gusta hacer (para qué disimular, la que más) es leer periódicos. Antes creía que, poco a poco, aminoraría mi afición y me quedaría con los más afines. Pero ha ocurrido al revés: encuentro un placer casi morboso en leer aquellos que me llevan la contraria con buenos argumentos. Eso hace que la lista de periódicos pendientes de leer sea como la maldición de Sísifo: cuando estoy a punto de ponerme a cero, algo sucede –hay que trabajar, entre otras cosas– y se me viene encima la piedra en forma de avalancha de los inéditos de los dos o tres últimos días. Así me ocurrió nada menos que durante la moción de censura y llegué al viernes de autos con una montaña encima.

Echar la vista atrás ofrecía un hallazgo: prácticamente nadie daba un duro por su triunfo. Algunas frases decían que algunos estaban hablando, básicamente los periféricos, por su interés en abrir nuevas puertas a la insensatez de los secesionistas; pero para nada se vislumbraba el éxito que se precipitó de jueves para viernes. En realidad, los ingredientes sumaban: Rajoy debía haber dimitido tras la sentencia de Gürtel y no lo hizo, un tancredismo insoportable para la sociedad. Enfrente figuraba Pedro Sánchez, de cuya audacia ya había dado muestras en el pasado, más los mencionados intereses de los nacionalistas y la necesidad de zapeo inmobiliario de Podemos. Votos suficientes sintonizados contra Rajoy... y contra el adelanto de elecciones, que solo defendía Ciudadanos, aparentemente mejor situado para este supuesto lance. Pero esto es muy fácil decirlo a toro pasado. Realmente, era aventurado creer que Sánchez, con sus 84 diputados y la cordada 'contra Rajoy', iba a salir adelante.

Pero ocurrió, dejándonos a todos en evidencia y demostrando una vez más la fortaleza de nuestro país y que las cosas pueden cambiar. El relevo ha sido modélico –"es la democracia", como le dijo Soraya Sáenz de Santamaría a Juan Carlos Monedero– y una muestra más de la sucesión de momentos fuertes del último año, bien soportada por el sistema. Se aplicó con eficacia el 155; la Justicia ha condenado al partido en el Gobierno, provocando su caída por una moción de censura... y, este miércoles, la Audiencia de Palma le daba el papel de ingreso en prisión al cuñado del rey, tras ratificar su condena por el caso Nóos.

Contaba hace unos días la directora de la Academia de la Historia, Carmen Iglesias, cómo la historia se repite machaconamente y que ya en las tablas de los hititas constan las quejas por la pérdida de valores. El abuso de poder está en la condición humana, señalaba, lo que obliga a estar permanentemente alerta.

Tras hitos tan intensos, Pedro Sánchez, que nos ha sorprendido a todos con un Gobierno diseñado para durar al menos hasta después de las elecciones municipales y autonómicas del 2019, no tenía otra que decirle a Màxim Huerta que tenía que pasar a la historia... como el ministro más breve de nuestra democracia.

Y entre tanto, gobernar, una tarea que nunca ha sido fácil. Mariano Rajoy creía que con la recuperación económica el resto le sería perdonado. De hecho, se ha ido a la vez que se conocía que el paro bajó en mayo a cifras de 2008. De nada le ha valido. El oprobio de la corrupción ha sido mucho más poderoso.

Ahora es Sánchez quien, con la palanca del empleo ganado, tiene su propia responsabilidad de luchar contra la temporalidad. En España, solo el 8% de los contratos temporales se convierten en fijos, el menor porcentaje de la UE, cuya media es de 24%. Esta realidad abona el clima de desigualdad instalado en nuestro sistema, que, como señala Antón Costas, amenaza el crecimiento sano y sostenido y mina el fundamento de la sociedad liberal.

En este contexto, es una gran decisión que, al frente de las principales responsabilidades del área económica, haya mujeres de gran capacidad. Como lo ha sido que El País haya recuperado como directora a la valiosa y respetada periodista Soledad Gallego-Díaz, quien, en tiempos de exaltación de lo joven, ha asumido tan ingente tarea a sus 67 años. En lo que haga, acierta seguro.

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