Confluyen en el conflicto del taxi tres voluntades irreconciliables. Hay taxistas manifiestamente mejorables, pero también madres y padres de familia que se ganan el sustento a base de trabajo y esfuerzo honesto.
Hay entre los que apuestan por liberalizar el sector (Uber y Cabify) una buena dosis de rapiña y menos de interés general: ya preparan los ERE para sus conductores (las otras víctimas).
Está en manos del consumidor [la 3.ª voluntad] decidir si defiende las VTC –cómodas y baratas–, pero un negocio al que se acusa de competencia desleal y de tributación dudosa al fisco local.
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