Al final de una semana de vértigo en que las cosas no salieron como los secesionistas habían previsto, el presidente Puigdemont hizo ayer la más extraña declaración de independencia jamás vista. El mundo nos mira, insistía el presidente ante un Parlament entre expectante y consternado. Y lo que el mundo vio fue un poco como el parto de los montes. El presidente de Cataluña sintió por fin vértigo ante el abismo al que ha llegado. La fuga de las empresas, la fractura social, las filas de los pequeños ahorradores para sacar su dinero y llevarlo a bancos de comunidades limítrofes, la manifestación del domingo... La declaración unilateral de independencia que pretendía Junts pel Sí no era legal ni tampoco viable. La realidad se ha impuesto con toda su crudeza, y Puigdemont, aunque envuelta en ropajes solemnes, esgrimió ayer en realidad una bandera blanca. Desafiando y pidiendo diálogo a la vez, pero consciente de que el seny habrá de imponerse sobre la rauxa.
OPINIÓN10.10.2017 - 20:14h
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