El suicidio de la mujer chantajeada con un vídeo de carácter íntimo que nunca debió difundirse nos devuelve, como en un espejo deformante, una triste imagen de nuestra sociedad. El acoso y el chantaje han existido siempre, pero la tecnología amplifica sus perversos efectos.
Es un fenómeno contra el que toda la sociedad debe actuar. Cada persona, preservando la intimidad y libertad ajenas; las empresas, con normativa antiacoso; el Estado, con normas y penas acordes a la gravedad de los hechos.
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