JUANMA TRUEBA. PERIODISTA DEPORTIVO
OPINIÓN

El Atlético tiene un primo

Juanma Trueba, columnista en '20minutos'.
Juanma Trueba, columnista en '20minutos'.
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Juanma Trueba, columnista en '20minutos'.

Entre los cientos de prodigios que genera el fútbol, hay uno que afecta a los campeonatos de liga. Lo podríamos denominar el fenómeno del 'líder sorpresa' o del 'favorito invisible'. De repente, y sin saber por dónde nos adelantó ese coche, un equipo al que no esperábamos alcanza el primer puesto de la clasificación. Eso consiguió ayer el Sevilla, al menos durante cuatro horas, hasta que Morata devolvió el liderato al Real Madrid.

El aviso está dado, no obstante. El Atlético tiene un primo en la Liga. Juega parecido y es entrenado por un técnico similar, Sampaoli, no muy diferente del Cholo, pelambres al margen. Ambos predican y practican la intensidad máxima. Así venció el Sevilla: primero igualó a su adversario en ardor guerrero y luego lo superó en resistencia; finalmente, lo doblegó con un saque de banda ensayado, imaginen el desgarro de Simeone.

Solo el tiempo nos dirá si Sampaoli logra en el Sevilla el salto de calidad que su colega y compatriota ha dado con el Atlético. De momento, y a tenor de lo visto en el Pizjuán, marcha por el buen camino porque pisa las mismas huellas.

En el Bernabéu hubo más alivio que alegría. Antes del gol salvador de Morata, se escucharon pitos, no pocos. Con Isco y Kovacic como compañeros de Kroos, el Madrid volvió a lucir en el mediocampo la cintura de avispa que tantos problemas le crea. Al Athletic le bastó con acumular efectivos en esa zona para establecer un puente de acceso al ataque. También fue valiente, todo hay que decirlo.

Cristiano volvió a decepcionar, obcecado como nunca y egoísta como casi siempre. Esa actitud impide que pase inadvertido en sus peores noches. Tampoco le beneficia el favor de Zidane, sobre todo en comparación con las dificultades que afrontan Morata o Lucas Vázquez.

El sábado también se vivieron emociones fuertes. La primera reflexión de lo ocurrido nos retrotrae al pasado martes, cuando los ultras del Legia de Varsovia sobresaltaron Madrid. Juraría que cuando pasó la tormenta muchos compartimos un suspiro de íntima satisfacción: nosotros, esas cosas, ya las tenemos superadas. Mestalla se encargó de corregirnos.

Queremos pensar que nuestro fútbol está próximo a erradicar la violencia de los grupos extremistas (pronto se cumplirán dos años de la muerte de ‘Jimmy’), pero permanece la violencia individual, la del espectador (o televidente) que se desgañita insultando al rival y al árbitro, y no muy lejos, la de quien es capaz de arrojar un objeto contra un adversario.

Podemos discutir sobre las sanciones que merecen actos semejantes, sobre las medidas represivas y sobre las goteras del sistema educativo. Sin embargo, habría un método infalible contra el cafre que se esconde en la multitud y es que fuera la propia multitud quien lo delatara. Sospecho que quien despotrica o lanza una botella se siente con el respaldo, pasivo o activo, de los compañeros de asiento. Estoy convencido de que, si no lo tuviera, o si fuera directamente recriminado, el zopenco en cuestión controlaría mejor sus impulsos selváticos.

A partir de esta convicción, los actores principales deberían dar ejemplo. No lo dio Luis Enrique cuando protestó con exceso de gestualidad y escándalo la entrada de Enzo Pérez a Iniesta; dolió, pero no fue falta. Tal cosa se puede reconocer sin dejar de lamentar la lesión del más genial, abrazable y pacifista de los jugadores españoles.

Tampoco resultaron edificantes las palabras de García Pitarch, director deportivo del Valencia: "Undiano debe avergonzarse de su arbitraje". Parece mentira que los profesionales del fútbol no entiendan que los árbitros tienen la misma categoría que otros elementos que forman parte de la escenografía del juego, como los postes, el banderín de córner o el charco que frena la pelota en el momento más inoportuno. Salvo que el señor colegiado aplique la espuma de su spray sobre los ojos de un delantero, culpar al árbitro es culpar al empedrado. Ser malo no es lo mismo que ser malvado.

Debió ser anulado el primer gol de Messi y Busquets tuvo que ser expulsado por acumulación de amonestaciones. Sobre esto se puede polemizar poco. Pero esos errores pesan tanto como el que cometió Abdennour al hacer penalti a Luis Suárez en el tiempo añadido. Que aprendan otros del elegante análisis que hizo Cesare Prandelli: "Los árbitros tienen demasiado respeto a los grandes". O dicho de otro modo, los árbitros son como usted y como yo.

De la jornada internacional destaca el resbalón de los gigantes de Manchester. El City de Guardiola no pasó del empate ante el Southampton y ya suma cinco partidos consecutivos sin ganar, incluida la goleada del Barça (4-0). Se reaviva el debate sobre el estilo de juego y sobre la importancia de Messi en el palmarés de los técnicos que le han dirigido.

Entretanto, Guardiola reclama paciencia y defiende con títulos la validez de su sistema: 21 en siete temporadas. Quién nos iba a decir que sus argumentos coincidirían con los de Mourinho, que acostumbra a justificarse con la plata de sus vitrinas. Por cierto, el United fue goleado en Stamford Bridge y la crítica más ácida la sirvió en Twitter un exjugador de Mou y del Barça, el islandés Gudjohnssen: "Mourinho todavía sabe sacar lo mejor del Chelsea".

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