PEPA BUENO. PERIODISTA
OPINIÓN

Aznar, Rajoy y qué es la derecha dura

Pepa Bueno.
Pepa Bueno.
JORGE PARÍS
Pepa Bueno.

Se suele decir que es una suerte para España que no exista en este momento un partido de extrema derecha que intente sacar provecho del miedo y la incertidumbre de todas las crisis que tenemos encima. La unificación de las derechas españolas en los años 90 en un proyecto con posibilidad de gobernar por primera vez desde el triunfo de los socialistas en el 82 y la memoria de nuestro pasado reciente fueron dejando en meramente testimonial los intentos sucesivos de resucitar un partido así.

Desde entonces dos almas o dos pulsiones han vivido dentro del PP. Una que se presenta más realista, adaptada a los tiempos, en sintonía con la evolución de los españoles y dispuesta a considerar a los que no piensan como ellos. Y otra en posesión de la verdad, aferrada a sus creencias e intereses, con nula capacidad para el diálogo y dispuesta a tensar la vida pública cuanto haga falta para mantener la cohesión de un espectro ideológico tan amplio o para conseguir el poder. Y tenemos tendencia a identificar cada  alma o pulsión con determinados nombres propios. Y así, todos colaboramos en extender  la idea de que José María Aznar representa la línea dura y Mariano Rajoy la blanda. En realidad, sería más exacto decir que el PP es uno cuando gobierna con mayoría absoluta y cuanto está en la oposición… y otro bien distinto cuando gobierna en minoría y necesita de los demás para seguir mandando.

Aznar hablaba catalán en la intimidad en el 96 cuando dependía de los votos de CiU en el Congreso y en el 2003 embarcó a España en el  desastre de Irak cuando se vio en la Moncloa con 183 diputados. Rajoy utilizó en el 2004 artillería siniestra para desestabilizar el Gobierno de Zapatero,  en el 2011 gobernó cuatro años con 186 escaños como si no existieran los millones de españoles que habían votado a los otros 164 diputados  y ahora, en el 2016, se presenta como el adalid del diálogo porque con 137 señorías no se puede permitir  provocar más incendios.

Cataluña no puede esperar mucho más. El laberinto al que la han conducido la irresponsabilidad de sus propios gobernantes y la cerrazón del PP solo tiene dos salidas: o sentarse a hablar o un encontronazo histórico que nadie se atreve a verbalizar siquiera.

Pero en cuanto la vicepresidenta Sáenz de Santamaría ha entonado un tímido mea culpa por los errores de su partido en Cataluña, ha tronado Aznar desde la FAES para  reivindicar las esencias. Y es que las dos almas que conviven alegremente cuando ganan por amplias mayorías, echan chispas sin embargo en situaciones de debilidad. Es entonces cuando la más feroz ve la posibilidad de devorar a la otra.

Soplan vientos de cola para la derecha extrema en Europa y en el mundo. Veremos en qué dirección empujan aquí.

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