OPINIÓN

Carta al obispo de San Sebastián

Luis Pardo. Periodista
Luis Pardo. Periodista
20 minutos
Luis Pardo. Periodista

Siempre sospeché que el demonio era feminista. O, por lo menos, que no era sexista: lo suyo es hacer la puñeta por igual a todas las personas que pueda sin distinción de raza, religión, nacionalidad ni, por supuesto, de género. Eso y su decisión de rebelarse contra Dios –¿se imagina cuál puede ser el equivalente del Todopoderoso al 155?– son cosas que hacen que me caiga simpático.

Asegura usted que nunca dijo que las feministas llevasen al demonio dentro, sino que el demonio les había "metido un gol desde sus propias filas". Un matiz que poco cambia el fondo de la cuestión, la infiltración de Lucifer en el movimiento, pero que permite evitar chistes de los que luego obligan a pasar por el confesionario. Ya sabe: una mujer liberada y una entidad mitológica de mala reputación. De ahí a que nos preguntemos por dónde entró el demonio en el cuerpo de ella sólo hay un paso…

Bromitas aparte, déjeme que le diga que ha hecho un mansplaining de libro: señor que les dice a las mujeres lo que hacer con su propia vida. No se sienta mal; en esto, los curas son como Satanás: tampoco discriminan y, si les dejásemos, seguirían imponiéndonos a todos qué hacer en cada momento. Ahí coinciden con los políticos. Sin embargo, en los partidos hay mujeres (portavoces, portavozas, ministras, presidentas…) que pueden defender la postura de su organización en las cuestiones específicas de género. El problema es que ustedes carecen de una obispa, una arzobispa, una cardenala o, mejor, una Mama que hable de estas cosas en primera persona. En la Iglesia no existe techo de cristal: las mujeres, simplemente, tienen prohibido acceder a cualquier cargo de responsabilidad. Aún así, todavía creen que pueden darles lecciones.

La máxima autoridad femenina en su empresa es la Virgen María y resulta que ella, "de hecho", sí va a hacer huelga. Lo ha dicho, rotundo, uno de sus colegas, el arzobispo de Madrid. No, no le voy a preguntar cómo lo sabe.

Por eso, espero que el 8M no deje que molesten a la Virgen pidiéndole que acabe con el paro, con la brecha salarial o con la violencia machista. Lo digo, en especial, por los miembros –y miembras– de un Gobierno a los que les encanta recorrer el santoral pidiendo ayuda para lo que no pueden o no quieren resolver ("No nos metamos en eso"). Como estoy seguro de que esquirolearán, al menos, que respeten el derecho de las que paran.

Prosit

Luís Pardo

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