AMAYA LARRAÑETA. PERIODISTA DE 20MINUTOS
OPINIÓN

Carta a Monedero: hombres que agarran a las mujeres para que les hagan caso

Amaya Larrañeta
Amaya Larrañeta
JORGE PARÍS
Amaya Larrañeta

Hola, Juan Carlos Monedero. Lo primero, voy a presentarme. Me llamo Amaya Larrañeta y soy una mujer periodista que lleva muchos años escribiendo sobre género, igualdad y cambio social. Le escribo después de leer su columna de prensa, esa en la que intenta de nuevo pedir disculpas por el gesto de agarrar los hombros a la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, el viernes pasado a la salida del Congreso.

Para más señas, aunque no fui la única sí fui de las primeras mujeres en decirle en un foro público, la red social Twitter, que no nos gusta que nos cojan por los hombros.

Ese mismo viernes intenté explicar en otro tuit la importancia de hablar públicamente sobre los micromachismos. Porque hay muchos comportamientos machistas muy asentados que siendo reprochables no se perciben como tales y que debemos visibilizar para mejorar como sociedad.

Dos razones principales me han impulsado a escribirle esta carta. La primera ha sido comprobar que usted ha perdido una gran oportunidad de reconocerse en un comportamiento machista que me gustaría explicar y la segunda es que este mismo fin de semana un trabajador de un sindicato mayoritario me hacía a mí exactamente eso mismo: me agarraba del brazo y me cogía, sin conocerme de nada, por el hombro para que yo dejara en ese instante de hacer lo que estuviera haciendo y escuchara lo que él tenía que decirme, ya fuera una información o una chanza.

Eso es lo que muchas personas hemos visto en las imágenes que emitió La Sexta. A un hombre que invade el espacio personal de una mujer con la que en principio no le une una amistad para conseguir frenar su paso y retenerla hasta que haya recibido el mensaje que se le quiere trasladar.

Muchos hombres, no solo usted, hacen esto mismo, ya le digo. Ya sea colocando su mano por detrás de nuestro cuello, o rodeando la cintura de su interlocutora, y encima creen que con ese gesto están siendo cercanos y galantes. Pues sepan que no es así, y que es posible desarrollar una conversación formal e informal desde el respeto al espacio personal.

Me ha encantado como en las últimas horas otra tuitera, Ana Isabel Cordobés, editaba su primer mensaje de disculpas 'sui generis' a la exvicepresidenta. Porque usted ha preferido mezclar en sus disculpas aspectos políticos o ideológicos y ha perdido una oportunidad fabulosa de quedar bien. Eso hubiera pasado por admitir que, como todos, a veces nos descubrimos comportamientos machistas que hay que intentar cambiar. Porque nadie está libre de machismo, no debemos sentirnos atacadas ni atacados cuando alguien lo detecta y nos lo hace ver con educación.

Le voy a contar, ya en confianza, que este fin de semana, precisamente en un encuentro de cientos de periodistas mujeres, a alguna oradora, por la costumbre, se le ha escapado el masculino plural para referirse al público. Cada vez que eso ocurría, con humor, el auditorio al unísono la corregía, suscitando miradas cómplices sobre las propia huella en nosotras de siglos de patriarcado, y sin ningún mal rollo.

De su artículo en Público, en el que sigue mareando la perdiz aunque reconozca que nos puede parecer un gesto machista, solo un par de apreciaciones. Primero que en las imágenes que ha elegido para sustentar su teoría de que es que usted toca mucho a la gente, sean hombres o mujeres, no tienen nada que ver con lo que se percibió en la puerta del Congreso. En ellas se ven gestos afables de saludos a conocidos o examigos, como Iñigo Errejón o el alcalde de Cádiz, Kichi. Y no se debe confundir el acto de retener a una mujer para que te haga casito con ser cariñoso con los tuyos. Dicho lo cual, le diré que me encanta, y creo que es una actitud muy feminista, que los hombres se toquen, se abracen y se mimen entre ellos, si la confianza lo permite.

Y en segundo lugar, usted defiende que en ningún caso actuó de manera violenta con Soraya Sáenz de Santamaría. Pues sepa que creo que la violencia no siempre requiere del uso de la fuerza. La invasión no solicitada de nuestro espacio personal resulta violento, como los ataques verbales sexuales o lascivos en la calle de parte de desconocidos. Ahí tiene usted otro prejuicio machista del que desprenderse.

Por último decirle que el problema fundamental es que todavía tantos hombres consideren que gestos como el que nos trae hasta esta carta son actitudes galantes. Y no es así. Eso es lo que precisamente quise decirle en una sola línea en un tuit:

"Monedero... No nos gusta que nos cojan de los hombros. Para otra".

Un saludo cordial.

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