CARMELO ENCINAS. DIRECTOR DE OPINIÓN DE 20MINUTOS
OPINIÓN

Un sapo llamado Torra

Carmelo Encinas, colaborador de 20minutos.
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JORGE PARÍS
Carmelo Encinas, colaborador de 20minutos.

¿Cómo Cataluña ha podido caer tan bajo? ¿Cómo es posible que con lo que ha representado, no solo en España sino en el conjunto de Europa, haya llegado a semejante degradación política? ¿Cómo entender que una comunidad con un alto nivel de desarrollo económico, social y cultural se deje gobernar por un tipo cuyos escritos y comentarios rezuman un pensamiento ultra y abiertamente racista impropio de una democracia avanzada?

Joaquim Torra, elegido a dedo para gobernar Cataluña por el prófugo afincado en Berlín, y al que la inmensa mayoría de sus administrados no le ponían ni la cara, dio muestras sobradas a través de sus declaraciones y escritos de cómo entiende la República catalana que se comprometió a construir en su investidura y el concepto que tiene de aquellos que no piensan como él.

De todos esos mensajes, que adquirieron relevancia cuando Puigdemont sacó su nombre como quien saca un conejo de la chistera y que el hoy president se apresuró a borrar para maquillar su xenofobia feroz, resultó particularmente repugnante uno que les dedicó en su día a los miembros del PSC. "Pobres socialistas catalanes, —decía de ellos—, hablan el español como los españoles".

El desprecio que destila en sus reflexiones, como cuando afirmaba que "aquí no cabe todo el mundo", tiene un trasfondo supremacista tan evidente que resulta incomprensible que formaciones que se declaran de izquierdas como ERC o incluso los antisistema de la CUP, que van de modernos, por muy vigilantes de su acción de gobierno que se declaren, hayan tragado con un perfil tan marcadamente ultraderechista que recuerda a los movimientos filonazis que campan por Europa.

A diferencia de ellos, al títere de Puigdemont le pasan por alto sus peligrosas inclinaciones por entender que cualquier deriva ideológica, por abyecta que sea, es válida si contribuye a la causa independentista. Una aberración que fulmina el supuesto nacionalismo integrador, abierto y plural, con el que lograron convencer a dos millones de catalanes.

Por muchas disculpas que Torra haya pedido por las cosas terribles que escribió y dijo contra todo el que no gozaba de la pureza racial catalana, su pensamiento y sus reflexiones quedaron ahí grabadas y no resultan compatibles con la transversalidad que el soberanismo vendió cuando Gabriel Rufián manifestaba en el Congreso ser hijo y nieto de andaluces y se declaraba "charnego e independentista" como símbolo de la derrota del Estado español.

El ocurrente diputado de ERC no debía estar pensando en un presidente de la Generalitat con las hechuras ideológicas y el lenguaje kukluxklanesco de Quim Torra, alguien que ha hecho del odio a España una forma de vida. Rufián no tiene la piel lo suficientemente blanca, y sus padres y abuelos pertenecen como el resto de los españoles a ese conjunto de hienas y bestias salvajes que, según entiende Torra, no han exportado más que miseria al mundo. Qué estomago ha de tener una formación que, diciéndose de izquierdas, es capaz de digerir un sapo así.

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