Trabajador autónomo es aquel que se busca la vida por su cuenta y donde puede. En la actualidad, uno de cada cuatro cotizantes a la Seguridad Social es autónomo siendo, en gran medida, esta modalidad la responsable de la caída del desempleo en nuestro país. Casi ciento diez mil puestos de trabajo se han creado así en el primer semestre del año en curso. Podría decirse que estamos ante una fenomenal fuerza laboral emergente de no ser porque es difícil encontrar en toda Europa un colectivo más desprotegido y desamparado que el de los autónomos en España. Sin vacaciones ni pagas extras, quienes optaron por esta fórmula, muchos de ellos como recurso de supervivencia en el mercado de trabajo, son frecuentemente exprimidos por las empresas que ven en su presencia una forma fácil de apretar las tuercas al trabajador a bajo coste y sin compromiso contractual que les engorde sus plantillas.

El falso autónomo es moneda corriente en esta España de la recuperación temblorosa y no parece que los inspectores de la Administración tengan órdenes de perseguir con ahínco tales prácticas fraudulentas. Todo el celo de la función pública está por lo que se ve centrado en la asfixia burocrática a la que se somete sistemáticamente al trabajador por cuenta propia, actitud solo comparable al empeño que le pone en su inquina persecutoria la maquinaria fiscal.

Ni las normas de Hacienda ni quienes las interpretan tienen la menor consideración con los integrantes de esta gran familia laboral de nuevos parias en que se han convertido los autónomos en nuestro país. Esto no ocurre por ahí fuera, un reciente informe de la revista Forbes evidencia hasta qué punto el trabajador por cuenta propia goza de un trato muy distinto en cuanto a cotizaciones e impuestos en países de nuestro entorno como Francia, Italia, Inglaterra u Holanda.

En España todos los partidos hablan de los autónomos en las campañas electorales y luego se olvidan de lo que dijeron. Las mejoras introducidas por el Gobierno en los últimos años han sido nimias, en gran medida por la escasa capacidad de presión de las asociaciones que apenas representan al colectivo y la más poderosa de las cuales se muestra demasiado próxima al poder.

A pesar del maltrato no verán en las calles muchas manifestaciones de trabajadores autónomos. Su situación sigue siendo una asignatura pendiente que en la actual circunstancia habría oportunidad de aprobar. El objeto no debería ser solo el de eliminar discriminaciones e injusticias sino también el de convertir el trabajo autónomo en un instrumento de motivación laboral y estímulo económico. Estos nuevos parias se han ganado ya por esfuerzo y resistencia un lugar bajo el sol.