El estado de ánimo de los españoles sobre la política y sus protagonistas es manifiestamente mejorable. Dos de cada tres encuestados no quieren ir de nuevo a las urnas pero seis de cada siete lo cree inevitable.
Los electores reparten las culpas casi por igual y de la misma forma muestran su desconfianza entre los líderes de los partidos.
Apenas tres de cada diez les prestaría dinero y, la mayoría , ni se tomaría una cerveza con ellos. España está enfadada, y resignada.
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