CARMELO ENCINAS. DIRECTOR DE OPINIÓN DE '20MINUTOS'
OPINIÓN

Cazadores y animalistas en guerra

Un cazador junto a un perro.
Un cazador junto a un perro.
FEDERACIÓN CAZA C-LM / ARCHIVO
Un cazador junto a un perro.

No soy capaz de matar ni una lagartija. No le encuentro placer alguno al trance de abatir un animal aunque seguro que disfrutaría pateando el campo tras su rastro como hacen los cazadores. Pero no sería capaz de disparar. Esta premisa me situaría netamente a favor de las tesis animalistas en su batalla contra la caza de no profundizar algo más en los pros y los contras que la actividad cinegética presenta.

La controversia ha tomado fuerza a raíz de la decisión del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León de suspender cautelarmente el último decreto del Gobierno regional que regula la conservación de especies, el aprovechamiento sostenible y su control poblacional. Anteayer las cortes de esa Comunidad aprobaron con el apoyo de PP, PSOE y Ciudadanos y la abstención de Podemos la modificación de la ley para sortear esa prohibición cautelar de la caza. El marasmo legal en el que está inmersa allí la polémica –y que trasciende a todo el Estado– se substancia en si la actividad de los cazadores pone en riesgo o no la supervivencia de las especias cinegéticas.

Como suele acontecer en cualquier disputa, nadie tiene la razón absoluta ni nadie carece en absoluto de ella. Las organizaciones animalistas aciertan cuando denuncian el abuso de la caza en determinados espacios naturales, y el descontrol de esta actividad por parte de la Administración. Lo hacen también cuando reprochan el salvajismo de algunos cazadores que protagonizan escenas de brutalidad con los animales a los que abaten e, incluso, contra su propios perros cuando no responden a sus exigencias.

Hay vídeos terribles colgados en la red que documentan lo despiadados que pueden ser esos tipos y la casi absoluta impunidad con la que actúan. No menos reprobable resulta el furtivismo, tan arraigado y extendido en el ámbito rural, y la manga ancha con la que se contempla a pesar de los riesgos que su práctica comporta tambien para la vida humana.

Es injusto, sin embargo, descalificar a todo el colectivo de cazadores por lo que hacen unos cuantos bárbaros. Conozco aficionados a la caza absolutamente respetuosos con la preservación del equilibrio poblacional de la fauna silvestre y comprometidos con la conservación de los ecosistemas en que habitan. Ellos hacen bien en recordar los recursos que la cinegética genera y no tanto por los 6.300 millones que aporta al PIB y los 180.000 empleos que sujeta, como por su contribución al mantenimiento de los espacios naturales y la actividad económica en territorios amenazados por la despoblación. Son argumentos sólidos, y los cazadores no necesitan las expresiones groseras de Vox para defender esta actividad y mucho menos les conviene que esa formación los abandere.

Ni las razones del sector cinegético en favor de la caza ni los expuestos en contra por parte de los animalistas deben ser despreciados. Lo sensato es buscar un punto de equilibrio alejado de cualquier radicalismo que racionalice esta práctica, expulse de ella a los indeseables y favorezca la protección de la fauna salvaje y los espacios naturales en los que habita. No es imposible.

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