CARLOS SANTOS. PERIODISTA
OPINIÓN

Las víctimas de la crisis

Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos Santos, colaborador de 20minutos.

Mi vecino A tiene que cerrar el bar: no puede con las deudas. Ha aguantado heroicamente la crisis, pero el casero no tiene tanto aguante como él y un inversor le ofrece una millonada por el local; le condonará la deuda a cambio de que se marche. Para pagar todo lo demás que debe, A venderá su piso.

Mi amigo B no sale de casa. Es actor, ha vivido toda su vida de su profesión y ha vivido bien, haciendo multitud de papeles de reparto en cine, teatro y televisión, pero desde 2008 no le ha salido un solo trabajo. Acaba de cumplir los 60. Dice que no sale porque tiene que cuidar a su madre, pero no sale porque está hasta las pelotas de dejarse invitar con elegancia. La pensión asistencial no le da para decir "esta ronda es mía".

Mi colega C, periodista, está contenta: ha encontrado un empleo de mil euros como teleoperadora de una compañía de seguros. Menos mal, porque con lo que gana su pareja no da ni de lejos para pagar el alquiler y criar a la niña, de dos años.

Mi pariente D, informático, cayó en el ERE injusto de una empresa pública: echaron a los currantes y se quedaron los jefes; aunque despidieron a tres de cada cuatro asalariados, solo ahorraron un tercio de la masa salarial. D no ha vuelto a encontrar un trabajo digno y su indignación se ha convertido en cabreo crónico.

Mi compañero E, de 40 años y con empleo estable, se ha enterado hace unos días de que su nombre está en el Asnef y en todas las listas de morosos del mundo mundial. La culpa es de un aval que firmó, hace tres o cuatro años, a un compañero en apuros. Va a tener que malvender su casa para cubrir esa deuda; como es moroso, ni siquiera puede hipotecarla.

Mi vecino F, artista plástico, vende libros de segunda mano por la calle. No siempre consigue sacar los veinte euros que paga al titular del permiso de venta ambulante para que le haga un hueco en el suelo, con sus libros.

Los hijos de G tienen títulos y másteres varios, que G les fue pagando hasta que llegó su jubilación y ya no salían las cuentas. Ahora están los dos haciendo ‘marca España’: uno sirve kebabs en Mánchester y otro es camarero en un hotel de Brighton.

La hija de H, pariente lejano en un pueblo de Castilla-La Mancha, cobra entre 3 y 5 euros la hora por recoger champiñones. Tan contenta.

El hijo de I se juega la vida por las calles repartiendo a domicilio con una bicicleta para 30 o 40 euros al día. Su padre, encantado: "Peor era cuando estaba todo el día en casa, sin hacer nada".

El hijo de J ganaba una pasta en el mantenimiento de molinos generadores de energía eólica; ahora se puede dar con un canto en los dientes trabajando en la recogida de melones, en temporada.

A K, L, M, N, Ñ, O, P, Q... los veo cada día en la iglesia de San Antón, donde el padre Ángel les da techo y comida. Lo suyo, como lo de todos aquellos que trabajaban en el barrio y tuvieron que volverse a sus países de origen, quizá ya no tenga arreglo.

¿Quieren que siga? Puedo agotar varias veces el abecedario sin salir de mi universo más cercano. Si usted mira alrededor, verá que le pasa lo mismo: estamos rodeados de víctimas de la crisis. Técnicamente, la crisis ha terminado, pero muchas de sus víctimas (menores de 35 y mayores de 55 casi todas) siguen ahí, sin levantar cabeza, sin volver al mercado laboral o sin haberlo pisado un solo día. El hecho de que otras víctimas hayan evitado caer en el abismo gracias a empleos precarios es una triste atenuante. A este paso, ni saldrán las cuentas para pagar las pensiones ni podrá llevarse a cabo el relevo generacional que esta sociedad está pidiendo a gritos.

Nuestros aguerridos políticos deberían quitarle unos minutos semanales al problema catalán, que crearon ellos mismos y va para largo, pase lo que pase el jueves, y dedicarlos a las víctimas de la crisis. No es que la sociedad esté en deuda con ellas: es que las necesita, como elementos activos, para su propia supervivencia.

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