CARLOS G.MIRANDA ESCRITOR
OPINIÓN

El capricho de pedir comida a domicilio

Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carlos G. Miranda, colaborador de 20minutos.

Empieza a ser habitual tener más aplicaciones para pedir comida a domicilio en el móvil que verduras en la nevera. Lo bueno es que el menú ya no se reduce a pizzas con o sin piña; ahora podemos saborear, sin movernos del sofá, cocina tailandesa, vegana, gourmet y hasta unas lentejas con chorizo. Llevar una dieta sana sin encender los fogones es posible desde que los restaurantes han decidido traernos el plato a casa.

Por lo bien que va el sector (en España movió 1.140 millones de euros durante el 2016, un 7 % más que el año anterior), parece que a la rutina de comer por capricho a golpe de clic nos hemos apuntado todos: solteros, casados, con hijos... Es rápido, limpio y ya no es tan caro, así que sólo hay ventajas. O igual nos han convencido de que es así con el bombardeo de anuncios en redes sociales a la hora de la gusa.

La realidad es que se tarda lo mismo en recibir un plato en casa que en freír una patata y un huevo. Claro que, para cocinar, el primer paso es hacer la compra y a ver quién puede ir al mercado con los horarios de trabajo que tenemos. Cuando compramos comida a domicilio, estamos comprando tiempo. Puede que lo invirtamos en ver series del tirón que olvidamos al día siguiente, pero es cuestión de prioridades y cocinar lo que nos metemos en el cuerpo igual ya no lo es tanto.

Es cierto que no es necesario hacer un pedido costoso para que nos lo lleven a casa, aunque, desde que vemos fotos de platos en la web en lugar de imaginarlos por teléfono, es más fácil picar con los complementos que suben el precio. Al pedir comida a domicilio, lo raro es que falte y más aún poder congelarlo. El irresistible sushi de la noche anterior, por la mañana no lo quiere ni el gato.

Lo que no se puede negar es que esta moda ayuda a mantener la cocina impoluta (tampoco que algunos de los envases en los que llega contaminan). Además, nos quitamos de líos con recetas que luego no quedan como esperábamos. En la comida a domicilio el arroz no se pega ni las croquetas se abren al freírlas. Somos la generación que comió en el comedor del colegio y, en la vida moderna, no tenemos tiempo de repetir el plato hasta que salga como en el vídeo de YouTube.

Lo curioso es que cocinar está más de moda que nunca (no hay más que poner la tele), pero ahora es algo más parecido al ocio tipo experiencia, de esas que les pirran a los del departamento de marketing, que a un hábito diario. Además, las cenas ya no son como las que nos preparaban nuestros padres. Al contrario de lo que pronosticaron Los Nikis, la hamburguesa ha vencido a la tortilla de patatas; la primera todo el mundo sabe hacerla en casa, pero lo de darle la vuelta a la tortilla da más miedo. Igual para nuestros hijos acaba siendo normal prepararse un bao vietnamita para cenar, pero nosotros sólo sabemos conseguirlo por Internet. Nos falta la impronta de la generación anterior.

Las familias que se reúnen en la cocina, eso es lo que de verdad ha cambiando. Cada vez alargamos más lo de compartir la vida y solo da pereza cocinar algo elaborado. La protagonista de Sexo en Nueva York se tira un montón de temporadas sin encender la cocina y no parece que pase hambre. Tampoco los amigos que comparten piso en The Big Bang Theory y que hacen noches temáticas de comida a domicilio. Las películas americanas nos enseñan las virtudes de la pizza a domicilio, sobre todo para los padres que así pueden tomarse la noche libre de fogones.

Parece que toda esa ficción sí que nos ha dejado huella, más que la de las películas que ponen en Cine de Barrio en las que los recién casados se ilusionan por el tamaño de la cocina de la casa que estrenan. Ya no es una prioridad que sea muy grande y, en muchas, hasta está incorporada al salón con una moderna isla.

El caso es que, al pensar en los recuerdos de niño que tengo de mi vida familiar, son más los que ocurrieron en la cocina que en el salón. Esas son las verdaderas experiencias y no hay aplicación que nos las lleve a domicilio. Son platos que tenemos que cocinar nosotros.

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