CARLOS GARCÍA MIRANDA. ESCRITOR
OPINIÓN

¿Se puede confiar en la Iglesia?

Tres monjas pasan cerca de la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Tres monjas pasan cerca de la Plaza de San Pedro del Vaticano.
EFE
Tres monjas pasan cerca de la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Las víctimas de los terroríficos abusos sexuales de la Iglesia católica ya se cuentan a escala mundial por miles. El Vaticano ha guardado un vergonzoso silencio criminal durante décadas. Ahora el papa Francisco ha reconocido que pedir perdón nunca será suficiente y promete medidas contra los responsables. Hace falta más. Es necesaria una reforma de la institución y los primeros que tienen que exigirla son los fieles.

En Irlanda, Chile y otros países ha habido protestas en las calles contra el sector delictivo de la Iglesia, pero no en el nuestro. En cambio, sí hubo manifestaciones arropadas por obispos contra las políticas de Zapatero y en defensa del modelo tradicional de familia. También ha recorrido las calles un autobús contra la transexualidad de una organización ultracatólica y ahora se le otorga pábulo a la denuncia de la Asociación Española de Abogados Cristianos a un actor con gusto por las polémicas del pasado.

Mientras se reabren los límites de la ofensa religiosa, determinadas corrientes católicas siguen sin mirar en la dirección de los abusos de la Iglesia. Otras facilitan el olvido de su doctrina social al permitir que se encuentren sus símbolos en partidos que se declaran católicos, pero olvidan los valores cristianos. Matteo Salvini mostró en campaña un rosario y evocó los Evangelios al mismo tiempo que promulgaba políticas antiinmigratorias xenófobas.

Algo así nunca debería formar parte de una religión que, según datos del CIS, en España representa en torno al 90% de los votantes del PP, pero también al 81,1% de los del PSOE y al 35% de Unidos Podemos. En las últimas décadas el porcentaje de católicos ha bajado más de 20 puntos y las asignaciones a la equis en la declaración han perdido un 1,39%. La rápida secularización de España deja entrever la reforma radical que necesita la Iglesia.

Es la única institución que sobrevive con una estructura organizativa intocable desde que se puso la primera piedra, sin mujeres en sus últimos peldaños. Se le critica también su tendencia a estar del lado de los poderosos y que su adaptación a los nuevos tiempos haya sido abrir el Twitter del papa. De entre todos los lastres, el mayor es que continúe anclada en la práctica de la doble moral. La Iglesia ha fallado a sus valores esenciales. ¿Es la evidencia de la caducidad de su confianza?

Hay pocas dudas de la función de la Iglesia en el tercer mundo, pero parece que cada vez tiene menos espacio en el engranaje de Occidente. El dogma que reúne más fieles es el capitalismo que deja poco espacio para la espiritualidad, aunque ese podría ser el motivo de su permanencia. La voracidad del sistema lleva a la necesidad de la creencia en una esperanza que sostenga al individuo. Quizá siga siendo necesaria la confianza en la Iglesia, pero lo es aún más que se muestre incorruptible. Ese cambio no puede ser solo cuestión de fe.

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