BERNARDO GUTIÉRREZ. PERIODISTA Y ESCRITOR
OPINIÓN

La España de pasado mañana

Bernardo Gutiérrez
Bernardo Gutiérrez
20minutos
Bernardo Gutiérrez

Enunciar un mañana es condenarlo a que no exista. O postergarlo a generaciones venideras. Está demasiado lejos. Mañana es una utopía, casi siempre demasiado distante. Por el contrario, pasado mañana está a la vuelta de la esquina. Lo tocamos con la punta de los dedos. En mi libro Pasado mañana. Viaje a la España del cambio (Arpa) he hecho un ejercicio simple: he mirado a un futuro que ya está en marcha, alejándome del fragor mediático y del ruido político del día a día.

Cuanto más viajo, más cuenta me doy de cómo España se ha convertido en un rincón de esperanza para personas de todo el mundo. Mientras el minotauro neoliberal devora los restos de la socialdemocracia europea, mientras las izquierdas latinoamericanas sufren desgaste, mientras afloran los monstruos de Le Pen en Francia o de Trump en EE UU, en España emerge una sociedad más cooperativa, más solidaria. Nuevas formas de hacer política, nuevas sensibilidades, nuevos deseos de cambio.

Tal vez lo más importante sea un nuevo sentido común de la realidad que, al contrario que en el norte del Europa, ha cristalizado en una España más tolerante, abierta y solidaria. El 94 % de los españoles acepta moralmente el matrimonio gay (país más tolerante del mundo). Casi nueve de cada diez personas se muestran a favor de los refugiados o los matrimonios interétnicos. Ocho de cada diez personas están dispuestas a modificar sus hábitos para evitar el cambio climático.

Existe un amplio consenso de que el neoliberalismo, con su paquete de recortes y privatizaciones, no solo no es deseable, sino que es ineficiente. Por mucho que el establishment repita la cantinela de que nada ha cambiado, nada ha vuelto a ser igual tras el 15-M. Y el mundo está pendiente de la posibilidad global que empieza a surgir en la España del cambio.

El rifirrafe político, a veces, no deja que nos escuchemos. Impide que sintamos cómo hemos cambiado, que nuestros asuntos de conversación son otros. Cuando llegue por fin la España de pasado mañana, el propio sistema se preguntará por qué no sintió la tierra temblar. El tren del antes de ayer de la transición y el del pasado mañana se encuentran en pleno choque.

Alguien que haya salido de España antes del 15-M y que regrese hoy no reconocerá el paisaje político social: la nueva política, los gobiernos de las ciudades del cambio, el órdago rupturista de Cataluña, nuevos discursos, metáforas, iconos, narrativas, símbolos, formas de hacer las cosas. Y ese rico ecosistema de experiencias de autogestión, de colaboración ciudadana, de reciprocidad, de mutuo apoyo.

Para escribir Pasado mañana he entrevistado a muchos de los protagonistas de la España del cambio. Pero me he esforzado en dirigir las conversaciones hacia el futuro. El presente-futuro nos permite huir del ring de boxeo de las tertulias políticas y declinar la vida en toda su amplitud. "El no no es suficiente. Debe ser un sí y debe haber confianza en el sí. Hay que diseñar alternativas reales, que no solo sean creíbles, sino inspiradoras y excitantes", le respondió la periodista Naomi Klein a Jordi Évole hace unos meses, en el programa Salvados.

Pasado mañana es un sí mayúsculo. Una transición del "sí se puede" al "sí queremos". Un sí a la supervivencia de la especie humana en un planeta exhausto. Un sí a un modelo de ciudad viva, relacional y sostenible. Un sí a una economía poscapitalista que corrija las desigualdades. Un sí a un sistema comunicativo independiente, plural y ciudadano. Un sí que posibilita la democracia real.

Un sí a sensibilidades feministas. Un sí a una cultura libre y diversa. Un sí a una ciencia abierta que no sea un monopolio de las multinacionales. Un sí a un modelo de energías renovables que esté en manos de la gente. Un sí a una España orgullosamente plurinacional, acogedora para todos los pueblos del mundo. Un sí a un nuevo espíritu transnacional y fraternal.

La España de pasado mañana es un sí a la vida, a la capacidad de maravillarse por el mundo, un sí al cambio y a los cambios que la posibilitan, al eterno cambio de piel de nuestros cuerpos, un sí al flujo subterráneo de las pasiones, al contagio atmosférico de las ideas que consiguen cambiar el rumbo de la historia.

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