Esta no puede ser sino la crónica triste sobre un país entristecido que me resulta cada vez más extraño, más ajeno y más difícil. No entiendo como después de una tragedia que a todos nos afecta, sobre la sangre y las lágrimas, sobre las flores anónimas de tanta gente de bien,  sobrevuelen los cuervos de los reproches mutuos, las interpretaciones partidistas de los hechos, las acusaciones de unos y de otros, las polémicas por el lenguaje utilizado como si el dolor supiera de idiomas y uniformes.

Naturalmente que hay que investigar, preguntarse qué ha fallado si es que algo ha fallado y buscar soluciones pensando en el futuro. Porque el futuro no acaba hoy y nos esperan días de zozobra de los que sólo los asesinos son los culpables. Ya no vale el odio de una extrema derecha mostrenca y fascista ni vale el buenismo trasnochado de una izquierda radical que pretende convertirnos en verdugos de los verdugos. Ya no vale utilizar a los muertos como coartada de unos y de otros para satanizar ni religiones ni sistemas económicos. No ha sido el capitalismo ni el Corán quien ha terminado con la vida de tantos sino unos fanáticos repentinos con una falsa ideología recién estrenada sin una pizca de reflexión, unos asesinos que compraban tortillas y hachas, cuchillos y tabaco entre bromas mientras sus víctimas inocentes agonizaban sobre las calles.

Y el resto consumiendo vídeos de la tragedia y los que mandan echándose las culpas y justificándose de los reproches de los otros cuando no aprovechando el drama de todos para reivindicar actitudes o pensamientos completamente ajenos a la triste realidad de los hechos.

La verdad conmovió al mundo y lo que ahora se llamaría la postverdad de los políticos y de muchos medios, me asquea y me entristece. Tendría ejemplos para todos los gustos, nombres y apellidos, siglas y cabeceras, cargos y ex cargos. Da igual. Están en todos lados jugando a su favor y reclamando unidad y respeto. No tienen derecho a hacerlo, no tienen derecho a pedir nada a los que ponen flores o lloramos en silencio.