Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Voy en el AVE y quiero que todo el mundo lo sepa

Imagen de archivo del AVE en la estación de Puerta de Atocha.
Imagen de archivo del AVE en la estación de Puerta de Atocha.
ÁNGEL DÍAZ / EFE
Imagen de archivo del AVE en la estación de Puerta de Atocha.

Voy en el AVE y quiero que todo el mundo lo sepa. Voy en el vagón del silencio y nadie se calla. Lo cuento en mis redes sociales con un tono cínico, que supera la ironía. Quiero que se entienda bien.

Voy a trescientos kilómetros por hora deslizando sobre la meseta central. De gran ciudad a gran ciudad. Voy porque me necesitan, porque mi presencia es importante. El precio del billete en clase preferente es ridículo si se compara con el valor añadido que aporto. Comparto, a veces, el vagón con ministros y humoristas famosos que van a hacer bolos y no los miro a la cara.

Es un código. Quiero el AS, quiero el Marca, quiero la prensa salmón, quiero la prensa de aquí y la de allá. Soy el éxito viajando a trescientos por hora. Voy en el AVE, maldita sea. Floto en el éxito. Debéis saberlo. Debéis saber que me indigna que no funcione la toma de electricidad para el cargador del móvil. También lo cuento en mis redes. Quizá haga una encuesta.

Veo campos, árboles, caminos, promontorios y un tractor. Vuelo a tres metros del suelo. Sobrevuelo el concepto de provincia. No quiero que el AVE pare en ningún sitio intermedio entre el punto A y el punto B. El fracaso no merece una parada. Las provincias no necesitan la velocidad, la santísima Alta Velocidad de las capitales. Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas.

"Las provincias no necesitan la velocidad, la santísima Alta Velocidad de las capitales. Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas"

Dadme comentarios, dadme corazones y yo os amaré en secreto y quizá un día, en una charla o en un congreso, quizá en una auditoría, nos encontremos cara a cara y podamos ser un equipo. Voy al vagón bar y veo la velocidad que lleva el tren en una pantalla digital de números rojos junto a la puerta. Podría ser más. Debería ser más.

No soporto las maletas apretadas en las estanterías. Imagino un tren de hace cien años con cestas de gallinas y pollos que se asoman a través del mimbre y cacarean en contra de la vulgaridad del ser humano desvalido. Huelo a ajo, a ristras de ajo y a pimientos secos atados con cordeles. Compren billetes de ese otro tren barato impronunciable. Esto es el AVE, tengan dignidad en su maleta. No lleven su ropa barata de aquí para allá como si fuera valiosa. Llego al vagón bar y no quiero tomar nada, pero algo hay que hacer.

Voy en el AVE y quiero que todo el mundo lo sepa.

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