OPINIÓN

La normalidad democrática

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, expresó este miércoles su apoyo al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y aseguró que no se encuentra preocupado, después de que el juez que instruye el caso Villarejo, Manuel García Castellón, haya pedido al Tribunal Supremo su imputación.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, expresó este miércoles su apoyo al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y aseguró que no se encuentra preocupado, después de que el juez que instruye el caso Villarejo, Manuel García Castellón, haya pedido al Tribunal Supremo su imputación.

El vicepresidente segundo del Gobierno considera que "no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes políticos de dos partidos que gobiernan en Cataluña están uno en la cárcel y el otro en Bruselas". Pablo Iglesias se quejaba de que no sean personas libres y no de que ambos estén haciendo campaña, a pesar de que uno está condenado en firme por sedición y el otro se ha fugado de la Justicia española.

La vicepresidenta primera de ese mismo Gobierno respondió que discrepa "absolutamente" del vicepresidente segundo. Y la ministra portavoz consideró que España debía saber que ese vicepresidente segundo no había tomado la palabra en ninguno de los muchos minutos que duró el último Consejo de Ministros. Quizá quiso comunicarnos que Pablo Iglesias habla mucho fuera de Moncloa y muy poco en Moncloa.

"Las tensiones internas se han hecho más evidentes en estos días de campaña electoral en Cataluña"

Han pasado trece meses desde que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firmaron su acuerdo de coalición. Y después de tanto tiempo, María Jesús Montero ha creído que era oportuno repetir que hay "un único Gobierno", lo que hace suponer que en Moncloa dan por hecho que mucha gente lo duda.

También Pedro Sánchez aseguró en su día que el suyo sería "un Gobierno con varias voces, pero una misma palabra". No era fácil que fuera así. Lo sabía Sánchez. Lo sabía Iglesias. Un gobierno de coalición formado por dos partidos es un gobierno con, al menos, dos criterios. Y esos criterios se suelen expresar de tal forma que quede claro ante la opinión pública que cada uno de los partidos que conforman esa coalición tiene su propia personalidad individual.

Así, la pretendida unidad interna solo se ha mostrado con claridad cuando de lo que se trataba era de asegurar la supervivencia de la coalición frente a los adversarios que pudieran pretender derribarla. Lo que une a quienes están en el poder es, precisamente, sostenerse en el poder. Y eso no es reprochable. En eso consiste la política: en llegar al poder y mantenerse el mayor tiempo posible.

Las tensiones internas han sido muchas en los trece meses de Gobierno. Pero se han hecho más evidentes en estos días de campaña electoral en Cataluña. Y esto hace suponer que, cuando se acerquen las elecciones generales dentro de dos años, será más difícil generar la apariencia de unidad en el Consejo de Ministros.

Entretanto, la legislatura avanza y el presidente del Gobierno utiliza la táctica de comparecer solo cuando no tiene otro remedio. Así limita los choques con sus socios a los mínimos posibles. A cambio, asume el riesgo de dar la sensación de que deja hacer sin tomar decisiones. No es algo que incomode a Sánchez, muy entrenado en el ejercicio político de encajar y golpear sin apenas despeinarse.

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