OPINIÓN

El efecto político de la pandemia

Sánchez dice que "esta tarde" se decidirá si se reduce cuarentena de positivos
Sánchez dice que "esta tarde" se decidirá si se reduce cuarentena de positivos
Europa Press
Sánchez dice que "esta tarde" se decidirá si se reduce cuarentena de positivos

S i mañana por la noche Pedro Sánchez celebra con entusiasmo la llegada del nuevo año, tendrá buenos motivos para hacerlo. El presidente alcanza esa meta como tal presidente y con buenas perspectivas para 2022. Los doce meses que ya se agotan han sido entre duros y terribles para todos, y es fácil imaginar que han debido ser angustiosos en los despachos donde se tienen que gestionar nuestras vidas: sea en Moncloa, en la Casa Blanca, en el 10 de Downing Street, en el Palau de la Generalitat o en la Puerta del Sol.

La realidad es que no se puede hacer una lista larga de gobernantes a los que la pandemia haya descabalgado del poder. Quizá una excepción sea Donald Trump, que se lo ganó con creces recomendando a sus compatriotas que bebieran lejía para combatir la infección. Pero su caída no fue solo fruto de la Covid. Trump se ganó a pulso ser expulsado del Despacho Oval desde su primer día hasta el último.

La pandemia ha provocado un cataclismo sanitario en todo el mundo y un desastre económico que nos costará superar. Pero no ha generado una oleada de líderes políticos derrotados o dimitidos. Casi todos se mantienen al frente de sus responsabilidades, con mayor o menor firmeza y apoyo popular. El último ejemplo es el de Alemania, donde Angela Merkel ha abandonado el poder por voluntad propia, después de dieciséis años en el cargo, y no por el virus, porque la excanciller ha mantenido su popularidad intacta hasta el final, con aciertos y errores.

"La realidad es que no se puede hacer una lista larga de gobernantes a los que la pandemia haya descabalgado del poder"

En España, el presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoó, ganó la reelección en plena pandemia, en julio de 2020. Ese mismo día, renovó su cargo el lehendakari Íñigo Urkullu en el País Vasco. En febrero de 2021 hubo cambio al frente de la Generalitat, pero la Covid nada tuvo que ver, sino las batallas internas en el independentismo. En mayo de este año, Isabel Díaz Ayuso se disparó al alza para revalidar su victoria anterior y amplió su poder en Madrid. Y, según los sondeos, es posible que asistamos a algo parecido en Castilla y León el próximo 13 de febrero, y quién sabe si también en Andalucía tiempo después.

El virus ha demostrado tener un efecto político escaso en el corto plazo. Lo que no se puede asegurar es que vaya a ser así en el largo plazo. Porque la pandemia pasará algún día y las claves en las que se producen los movimientos electorales se normalizarán. Será entonces cuando, quizá, todos aquellos que han gestionado esta calamidad sanitaria –tanto en el ámbito nacional como en el autonómico– sí tendrán que rendir cuentas sobre la gestión realizada, y los ciudadanos dispondrán ya de la perspectiva suficiente para valorar lo que se hizo bien, lo que se hizo mal y lo que se debió hacer y no se hizo.

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