Cerramos la serie "pensiones". He dedicado los últimos artículos a explicar las propuestas, los avances y los desencantos de la travesía que ha sido la reforma de pensiones, ya consolidada en la Ley de mantenimiento de poder adquisitivo y de otras medidas de refuerzo de la sostenibilidad financiera y social del sistema público de pensiones (Ley de reforma de las pensiones).

El jueves pasado el Congreso daba luz verde a la reforma del sistema de pensiones, y durante la vuelta a casa me invadió el sentimiento de un gran avance y, a la vez, el sentimiento encontrado que uno tiene cuándo volvemos después de un gran viaje preparado a lo largo de años. La pregunta: "¿Y ya está?", es lo suficientemente significativa y elocuente para que se entienda esa sensación.

No puedo prometer no escribir más artículos sobre nuestro sistema de protección social. Seguro que habrá multitud de ocasiones para ello. Su riqueza en cómo despliega sus efectos y su simbolismo como mecanismo de cohesión ciudadano da para este y mucho más artículos.

Pero sí que quería poner en evidencia varias cuestiones después de esta travesía de cinco años. En primer lugar, la vivencia personal y política de participar en la reconstrucción y el blindaje, desde la sede de la soberanía popular, de unos de los logros colectivos más emblemáticos y central del estado del bienestar: el sistema de protección social. 

En segundo lugar, que solo desde la perseverancia y la fortaleza de las convicciones somos capaces de transformar la realidad para mejorar la vida de la gente. Y es que, en política, se ha de persistir hasta la saciedad si crees que lo que defiendes es esencial para convivencia.

Y en tercer lugar, tejer complicidades. El gobierno presentó una reforma de pensiones basado en el acuerdo tripartito: agentes sociales, patronal y el propio Gobierno. La fortaleza del acuerdo en el diálogo social y en sede parlamentaria en el Pacto de Toledo nos permite afirmar que el blindaje de las pensiones es un hecho. Poder dar respuesta a las reivindicaciones aprobando una reforma estructural y, acto seguido, empezar a hacer pedagogía es clave para que la ciudadanía sienta como propia una institución como son las pensiones.

La experiencia me dice que las movilizaciones que vivimos desde el 2013 con la reforma unilateral del Partido Popular se volverán a repetir si algún gobierno pretende desmantelar un sistema que nos enorgullece como sociedad como es el de pensiones.

El doble mensaje que trasladaron las movilizaciones creo que fue muy claro para todos y todas. Primero, ver a los mayores en la calle gritando “ni un paso atrás a unas pensiones dignas”, vino a decir que no se está dispuesto a perder ni un ápice de un derecho adquirido. Y, segundo, un mensaje muy potente para los jóvenes. Reivindicar los derechos, no renunciar a nada y conseguirlo es un aviso a navegantes. A los poderes públicos y a los jóvenes también.

Por último. Se presentó el proyecto de ley de reforma de las pensiones, basado en el acuerdo, y fue en la tramitación parlamentaria desde dónde se mejoró, como así anunció el Ministro de Inclusión, Seguridad Social e Inmigración en su presentación. La mejora de la acción protectora del sistema como la equiparación de la viudedad de las parejas de hecho o una mayor cobertura para las personas con discapacidad, son dos de las mejoras más significativas.

Pero creo que hay una de mayor trascendencia. La realización de un informe de auditoría, desde 1967 hasta 2019 -ambos incluidos-, que determine los ingresos de cotizaciones sociales y los gastos de la Seguridad Social. El cual permitirá conocer cuál ha sido la aportación de millones de trabajadores al estado del bienestar. Con ello se busca desbaratar, de una vez por todas, las voces y actitudes interesadas de cuestionar  la sostenibilidad del sistema y lo positivo que ha sido para la cohesión social a lo largo de esta época.

La credibilidad de que el sistema es sostenible es uno de los retos a los que hemos de dar respuesta colectivamente. Desde las Cortes hasta la sociedad civil, impregnando la ciudadanía de su conocimiento. No será fácil. Máxime si es constante el bombardeo por tierra, mar y aire, que cuestiona su sostenibilidad. Desde las formaciones políticas hasta el sector financiero. Pero ese es el reto que tenemos las formaciones políticas que creemos en él. Y ahí estamos los y las socialistas, quienes, desde el primer momento, denunciamos la reforma regresiva de la derecha de 2013 que abocaba las pensiones a la irrelevancia.