Tomás Marcos Portavoz en la Comisión para las Políticas Integrales de la Discapacidad
OPINIÓN

Autismo, derechos y coronavirus

Una mujer se asoma a su balcón en Valencia.
Una mujer observa la calle desde su balcón en Valencia.
MANUEL BRUQUE / EFE
Una mujer se asoma a su balcón en Valencia.

El Ministerio de Sanidad estableció el pasado 19 de marzo que las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) tienen derecho a pasear por la vía pública solas o con un acompañante mientras dure el estado de alarma por el coronavirus.

A pesar de ello, en los últimos días hemos tenido que avergonzarnos ante los casos de gritos e insultos recibidos desde ventanas y balcones por personas con este trastorno y sus familiares, que han salido de casa para aprovechar los beneficios que el aire libre les aporta.

Estos ataques, esta intolerancia, no solo demuestran una necesidad urgente de empatizar más con el otro, sino que devuelven a primer plano el estigma asociado a las personas con autismo; esa creencia extendida de que no pueden compartir espacios, que hay que relegarlos a lugares separados y, en el peor de los casos, negarles el valor social y emocional que supone para ellas el dejar por un momento un confinamiento que impacta significativamente en sus vidas.

En este 2 de abril, Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo y cuando estamos inmersos en una crisis sanitaria sin precedentes, es imprescindible condenar estos insultos y reclamar de nuevo que los derechos de las personas con TEA sean respetados, como ciudadanos libres e iguales que son. 

Con el establecimiento de este Día Mundial, la ONU pretendía mejorar la calidad de vida de las personas con TEA; pero desgraciadamente, hay quien persiste en considerarlas como una carga para la sociedad, como individuos que tienen que ser rehabilitados.

Este año, bajo el lema Puedo aprender. Puedo trabajar, Naciones Unidas impulsa la mejora en el acceso a la educación y al empleo de las personas con TEA. Incluirles, en definitiva, como miembros activos y de pleno derecho de nuestra sociedad.

En primer lugar, debemos avanzar hacia una red de servicios, recursos y centros educativos accesibles e inclusivos; que flexibilice e innove en las modalidades de escolarización para mejorar la atención a la diversidad; que garantice la libre elección de la modalidad de escolarización; que incremente los recursos y la dotación económica y que mejore la capacitación de los miembros de la comunidad de enseñanza.

También es prioritario conocer la realidad sociolaboral de las personas con TEA, facilitar su incorporación al mercado ordinario y regular tanto el empleo con apoyos como el acceso al empleo público.

El 2 de abril es una cita anual para reflexionar acerca de qué hemos hecho como individuos en los últimos 364 días y qué haremos los 364 siguientes para mejorar la vida, el bienestar y la dignidad de las personas con trastornos del espectro autista. 

Es el momento de plantear nuevos objetivos y de poner las bases para que situaciones como la de este confinamiento general a causa del coronavirus no nos hagan retroceder por culpa de los insultos y la incomprensión de unos pocos.

Solo si garantizamos la inclusión social, la igualdad de oportunidades, la no discriminación y la plena ciudadanía de las personas con TEA nos ganaremos el derecho de calificarnos como una sociedad del siglo XXI.

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