Después del desembarco de Illa y su efecto en Cataluña, las miradas se tornan hacia Andalucía, donde a Susana Díaz ni se le pasa por la imaginación marcarse un Iceta y abandonar su tierra natal para embarcarse hacia Madrid. La expresidenta andaluza defiende que, a diferencia del PSOE en Cataluña, su partido fue el más votado en Andalucía y piensa seguir adelante con su proyecto: se presentará a las primarias y que gane el mejor. El combate no ha hecho más que empezar y sanchistas y susanistas volverán a medir fuerzas en unas primarias con resultado incierto. El baile ha comenzado.

Decía un viejo proverbio árabe que todo lo que ocurre una vez, puede que no se repita más, pero lo que sucede dos veces, ciertamente lo hará una tercera. Y en esas estamos: después de dos pugnas entre Sánchez y Díaz con resultado de empate a uno, nos encaminamos hacia la tercera -el no hay dos sin tres de toda la vida, vamos-.

A Díaz ni se le pasa por la imaginación marcarse un Iceta y abandonar su tierra natal para embarcarse hacia Madrid

De nada ha servido que el diputado socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis (vicepresidente primero del Congreso y afín a Sánchez) le haya pedido a la andaluza que dé un paso a un lado o que el propio Ábalos haya tratado de convencerla en vano. Díaz no quiere ni oír hablar de retirada y, aunque es consciente de que se la juega, se batirá en primarias sí o sí. Atrás quedaron los tiempos en los que Díaz, rodeada prácticamente de todo el aparato del partido, fue capaz de desbancar a Sánchez de la Secretaría General del PSOE; o los de Sánchez, que contra todo pronóstico ganó las primarias del partido. 

Si volvemos a 2017, recordaremos que Sánchez ganó con holgura las primarias, pero en España, porque en territorio andaluz Díaz obtuvo 25.000 votos, el doble que los que cosechó el ahora presidente. El tercer round está a punto de comenzar, ahora en territorio andaluz, y sin que nada esté escrito. La militancia decidirá de nuevo en un terreno donde los críticos se han convertido en oficiales y viceversa. Y entre el público, a modo de espectadores, se encuentran sentados los barones del partido, con sus autonomías relativamente apaciguadas, con su continuidad garantizada tras el aval que les ha dado haber mantenido sus respectivos gobiernos y a la espera de tiempos mejores.