OPINIÓN

Por qué no como carne

Fruta
Una niña con una piña en un súper.
GTRES
Fruta

No como carne desde hace más de 10 años pero sí algo de pescado. Digamos que soy un vegetariano distraído; flexitariano me denominan otros. Cuando tomé tal decisión fui el primer sorprendido: toda la vida enganchado a la carne y resulta que era sencillísimo; no me supuso ningún problema. Es más, desde entonces mi dieta se ha visto mejorada, pues consumo más verduras, legumbres y frutas que nunca. Ahora sé que, como advierte la Organización Mundial de la Salud, comer carne en exceso es malo para la salud. También que producir carne en demasía, de manera industrial y deslocalizada, tiene un impacto terrible en el cambio climático, la deforestación y la contaminación del aire, suelos y agua. Por supuesto, para obtener tanta carne es necesario matar y hacer sufrir a millones de animales, algo que cada vez me gusta menos.

Pero el mundo va al revés. Cada día somos más gente y más carnívoros. Casi 100 kilos por europeo y año. ¿Desde cuándo la ensalada lleva pollo o beicon? Nos guste o no, esta tendencia está dando alas a la actual crisis climática. Por el contrario, modificar la dieta puede tener unos efectos maravillosos en nuestra salud y en la del planeta.

"Nunca el ciudadano ha tenido más poder que ahora. Olvídate de los políticos. La revolución empieza en la cocina"

No se trata de hacerse todos vegetarianos o veganos. Por supuesto que no. Cada uno que coma lo que quiera. Pero quizá sí podíamos empezar a ser más conscientes de qué es lo que comemos, de dónde viene, cómo se ha hecho y en qué condiciones. Quizá podíamos dejar de comer carne un día a la semana por puro egoísmo, para sentirnos mejor, reducir nuestra huella ecológica, probar cosas nuevas, volver al potaje, a los platos de cuchara donde la incorporación del embutido barato nunca fue necesaria. Puede ser una pequeña gran transformación. Como también lo sería elegir productos de cercanía procedentes de pequeños productores, mejor aún si son alimentos ecológicos. Eliminar, al menos un día a la semana, elaboraciones ultraprocesadas, cochinadas varias hechas con sucedáneos proteínicos de origen incierto.

Únase a ello una lucha sin cuartel contra el usar y tirar. La vuelta a los graneles reducirá nuestro consumo salvaje de plásticos. Llevar de casa al supermercado los tápers y la talega no es tan complicado pues luego va todo directamente a la nevera, bien ordenado.

Consumiendo alimentos con cabeza y corazón podemos frenar los efectos más desastrosos del cambio climático. Nunca el ciudadano de a pie ha tenido más poder que ahora para cambiar el signo de la historia. Olvídate de los políticos. La revolución empieza en la cocina.

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