OPINIÓN

Pedro Sánchez, el presidente de Montecristo

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante su intervención desde su escaño en el turno de réplica al Grupo Mixto del Congreso, en la segunda sesión del debate de investidura a 5 de enero de 2020.
Pedro Sánchez, durante su intervención en el debate de investidura.
JESÚS HELLÍN - EP
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante su intervención desde su escaño en el turno de réplica al Grupo Mixto del Congreso, en la segunda sesión del debate de investidura a 5 de enero de 2020.

Habemus Gobierno. También puede ser que haya tamayazo, pero todo apunta a que el líder del PSOE se convertirá en presidente. Una vez más, Pedro Sánchez ha demostrado ser el Conde de Montecristo de la política. En segundas vueltas es capaz de vencer barones, urnas y gobiernos de coalición. Va a liderar el primero en nuestro país, aunque dicen que la verdadera prueba la tiene Podemos, que a ver qué hace con sus vivas a la república y promesas de sueldos Nescafé para toda la vida.

A la ultraderecha la fórmula le suena a golpe de Estado –paradójicamente, un eurodiputado de Vox, Hermann Tertsch- ha llamado a las Fuerzas Armadas–. La realidad es que el PSOE ha sido el voto de la mayoría en las elecciones, por mucho que Casado y las derechas se hayan negado a facilitar la investidura. Entre unos y otros, le han vuelto a dejar la llave del gobierno a los nacionalismos, aunque conseguirla esta vez va a salir más caro que nunca.

Los nacionalistas han pactado hasta con el PP de Aznar, pero ahora parece que lo suyo es la izquierda más progresista. El caso es que ahí cuadran regular porque son partidos muy de todo para todos, pero solo si compartes código postal. Encima, cuentan con una especie de inmunidad ideológica a la que se agarran con victimismo porque, como a Franco no le gustaban, ahora todo el que critique los nacionalismos es facha. Igual simplemente es gente que piensa que el país es más grande y que los problemas más urgentes no los tienen justo sus vecinos de escalera.

Pactar con nacionalismos supone gobernabilidad de supervivencia a cambio de numerosas concesiones económicas para sus comunidades. Los más alarmistas dicen que para Cataluña también podría suponer la reinterpretación de leyes a su favor. Un peaje que podríamos pagar con años de derecha dura porque en el hemiciclo se lleva la venganza y la oposición sabe que los socios de la izquierda apretarán la soga hasta llevarnos más pronto que tarde a otra fiesta de la democracia.

Ojalá me equivoque, que estamos hartos de urnas y, por mucho que nos digan, sabemos votar. También estamos cansados del modelo de gobierno revanchista que consiste en desmontar lo que hicieron los anteriores. La historia cambiaría si las coaliciones aunaran a los dos lados, apostando por atender la diversidad y no por ignorarla. También sería un reflejo mayor de cómo vivimos en sociedad; en un portal los hay de derechas, de izquierdas y de centro, todos pagan la comunidad y se dan los buenos días en el ascensor. 

En el Congreso ya se faltan hasta a la educación. Vamos a quedarnos con lo bueno: Sánchez ha logrado que el hemiciclo vuelva a estar en marcha. Ahora toca dejarse de menciones a ETA, al rey y currículums, y ponerse a trabajar en las derramas. Las de toda España.

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