Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

El costo de la desobediencia

El president de la Generalitat, Quim Torra, durante el acto de entrega de la Creu de Sant Jordi, en Barcelona, Catalunya (España) a 21 de septiembre de 2020.
El president de la Generalitat, Quim Torra.
David Zorrakino - Europa Press
El president de la Generalitat, Quim Torra, durante el acto de entrega de la Creu de Sant Jordi, en Barcelona, Catalunya (España) a 21 de septiembre de 2020.

El president de la Comunidad Catalana, Quim Torra, ha sido inhabilitado por el Supremo para desempeñar cargos públicos durante 18 meses y por lo tanto abandonar con urgencia su sillón. Era una noticia esperada desde hace días, pero no por eso menos importante como reveladora de la crisis global en que ha entrado el independentismo catalán que así ha visto caer a sus tres últimos jefes de la Generalitat de forma intempestiva y siempre como consecuencia de sus errores políticos.

El timorato Artur Más, calculó mal la convocaría de elecciones anticipadas y le costó la pérdida de diputados que le impidió formar nuevo Gobierno; Carles Puigdemont, que se lanzó al vació proclamando la independencia predestinada al fracaso y acabó huyendo de forma cobarde, y Quim Torra —la alternativa a la desesperada de un recurso kamikaze— personaje intratable e incapaz de buscar soluciones para los problemas heredados, y en buena parte por él incrementados, inhabilitado por la Justicia por desobediencia.

Torra paga ahora el precio de su prepotencia y desprecio de la legalidad negándose a retirar la propaganda independentista exhibida por el propio Govern desde el palacio de la Generalitat en campaña electoral. Fue advertido previamente, pero optó por desafiar a los poderes del Estado, lo cual ha llevado a la Comunidad a una situación caótica que es de temer se mantendrá al menos hasta que se celebren las elecciones autonómicas que faciliten la recuperación de la normalidad institucional y que él, en tozudez, se negó a anticipar.

El pronto ex president de triste recuerdo en lugar de buscar la paz en la negociación que se le ofrecía incluso por parte de algunos de los suyos, optó por aquello de “después de mi el diluvio”. Aunque entre la sombra de Puigdemont, que desde su refugio en Waterloo no cesa en la búsqueda de elementos para complicar más las cosas, y los partidos independentistas a la defensiva aseguran que todo se mantendrá en calma y operatividad administrativa, nadie duda que vendrán meses en que la situación aún se complicará más.

"En lugar de buscar la paz en la negociación que se le ofrecía incluso por parte de algunos de los suyos, optó por aquello de “después de mi el diluvio”

La próxima destitución de Torra, cuyos fanáticos y sus matones, protestarán y generarán conatos de violencia como nos tienen acostumbrados, la proximidad del 1-0, aniversario del frustrado referéndum lo utilizarán también para estimular sus argumentos y condenar a los catalanes, cuya mayoría quiere vivir y trabajar en paz, a sufrir de nuevo trastornos en la actividad cotidiana además de nuevos golpes a la economía que lejos de levantar cabeza, caerá de nuevo en la crisis que crea la incertidumbre.

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