OPINIÓN

Los chicos no lloran

  • "Crecimos convencidos de que estereotipos de género y orientación sexual tenían algo que ver"
Alumnos del Colegio Privado Alameda de Osuna entran a clase desde el patio en el primer día del curso escolar 2020-2021
Alumnos en el patio de un colegio
Alumnos del Colegio Privado Alameda de Osuna entran a clase desde el patio en el primer día del curso escolar 2020-2021

En los ochenta, el insulto favorito para atacar a los chicos en el colegio o en el parque era maricón. Te caía si no entrabas en lo que se suponía que debía ser un hombre, independientemente de lo que dijeras que te gustaba. “Los chicos no lloran, que eso es de niñas o de mariquitas”, esa era la cantinela con la que crecimos un montón de chavales de esa década, y la siguiente, a los que ser unos borricos no nos iba mucho.

Ahora se llaman “nuevas masculinidades” y podemos ser heterosexuales sin que nadie lo cuestione, pero, en mi generación, si te gustaban más los libros y las pelis que el fútbol o te parecía bien jugar con las niñas sin tener que levantarlas la falda, eras “mariquita”. La homofobia se cocinaba en el recreo y no recuerdo haber escuchado a ninguno de los cuidaba el patio castigar a alguien por eso.

No sé los de ahora, pero millennials y boomers tenemos un problema gordo porque crecimos con ataques frontales a la sexualidad. Si eras una chica, más te valía no disfrutar mucho de tu cuerpo o te caía el san Benito de puta. Si eras un chico, que no se te ocurriera pasar de la alineación del Madrid que entonces eras una nenaza. Crecimos convencidos de que estereotipos de género y orientación sexual tenían algo que ver.

"La homofobia se cocinaba en el recreo y no recuerdo haber escuchado a nadie que cuidaba el patio castigar a alguien"

Esa homofobia, que se cocinó en los mismos sitios en los que jugábamos, la vamos a arrastrar toda la vida. De mayores ya pocos recuerdan la canción de Miguel Bosé, somos todos más correctos y mariquita no se le dice a nadie, al menos, a la cara. Lo que sí he escuchado es que “este es un heteroflojo”, así, en plan gracioso, y no a los matones del barrio, sino a chicas de esas que piden que los hombres se alejen de los patrones más tóxicos. Toda una contradicción machista (eso también es machismo que sufrimos los hombres y que debes atender, querida Irene Montero) no entiende tanto de géneros como parece en redes.

Siempre digo que España es muy abierta y aquí hay poco odio por tu orientación sexual. Luego pienso en que igual lo veo así porque vivo en Madrid con mi mujer, me muevo en el entorno del audiovisual y la literatura, y tengo a poca gente de valores tradicionales a mi alrededor. Al abrir las redes sociales, leo que aún hay gente que habla de la homosexualidad como si fuera un debate abierto. Muchas más de la que debería y hasta amparados por partidos políticos en las instituciones.

"La homofobia, entre muchas otras cosas, es síntoma del fracaso de la educación"

Lo que sí espero es que lo que pasaba en los colegios de los ochenta y los noventa ya no ocurra. Que ya no se señala al mariquita de la clase, que, seguro que aún no sabe ni lo que le gusta, ni se ataca a los que pasan de eso de que los chicos no lloran. La homofobia, entre muchas otras cosas, es un síntoma del fracaso de la educación. La forma de erradicarla debe empezar en el patio del colegio.

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