Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Negociar con los microbios ajenos

Luis Medina se ha dejado ver en Marbella mientras preparaba su salida al mar a bordo de este barco.
Luis Medina se ha dejado ver en Marbella mientras preparaba su salida al mar a bordo de este barco.
GTRES
Luis Medina se ha dejado ver en Marbella mientras preparaba su salida al mar a bordo de este barco.

El confinamiento que nos ha impuesto la Covid ha sido duro para casi todos, pero muy productivo para algunos aspirantes a alojar una celda a cambio de que los demás se expongan al rigor de las UCI. Era de sospechar que en medio de las precauciones y restricciones no faltasen avispados –y sobre todo desaprensivos– aprovechando para sacarle partido a la confusión creada por la pandemia.

La corrupción –que no está contemplada entre los Diez Mandamientos– es algo tan implantado en las sociedades contemporáneas –de las pasadas no queda tiempo para acordarse– que ya no sorprende. Cada vez la vemos más normal para recargar el trabajo de los fiscales, jueces y, excepcionalmente también, para los funcionarios de prisiones.

Ya estamos tirando a la papelera las últimas mascarillas y van empezando a brillar los escándalos de la corrupción que los más ingenuos creíamos que se habían tomado vacaciones. Si trincar lo ajeno es delito, hacerlo contra la salud ajena eleva el nivel a deleznable. Debería estar en el Código Penal, si no como contribución al homicidio, sí como cómplice de maldad del virus, bacterias y contagios en general.

La salud pública es demasiado seria como para dejarla en manos de delincuentes vocacionales

Fantasmear títulos nobiliarios desde un Ferrari adquirido con dinero destinado a luchar contra pandemias y epidemias, además de pecado venial por la ostentación, merecería algún otro castigo, al menos como muestra para que la opinión pública sepa que es verdad, que la salud pública es demasiado seria como para dejarla en manos de delincuentes vocacionales.

De momento, solo han trascendido dos o tres ejemplos de presuntos, pero lamentablemente es de temer que no sean los únicos. Hay que reconocer que llevarse millones a la cuenta corriente haciendo estraperlo con mascarillas tiene su aquel y merecería algún reconocimiento, quizás el ‘premio nacional a la mejor consideración al valor de los microbios’. 

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