Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Iryna

Cuerpos de dos muertos con las manos atadas en una calle de Bucha
Cuerpos de dos muertos con las manos atadas en una calle de Bucha.
EFE
Cuerpos de dos muertos con las manos atadas en una calle de Bucha

A Iryna le gustaba todo lo que tenía que ver con tutoriales de maquillaje, manicuras, peluquería... Iryna colgaba fotos de ella delante del espejo, aprendiendo cómo hacer eso del contouring, cómo resaltar los pómulos, los labios. Probaba nuevos peinados, nuevos tonos de tintes... Ese era su mundo. El que le interesaba, en el que tenía proyectos. Iryna tenía planes, sí. Dedicarse a ese mundo de la belleza que le apasionaba, que le hacía sonreír delante del espejo. Cuidarse y cuidar de los demás. En una de las fotos que colgó antes de que su mundo se derrumbara, aparece sonriente, mirando al espejo, el pelo perfecto, un corte moderno… Sostiene una brocha de maquillaje en la mano y si nos fijamos en sus uñas, ahí está: esa manicura que ha dado la vuelta al mundo. Su mano es, efectivamente, la mano de la mujer que aparece en la calle del horror de Bucha. Sus uñas perfectamente rojas y la del dedo medio diferente, con un diseño blanco y negro. Es la mano que todos hemos visto cubierta de barro. Es Iryna…

Algunos tenían las manos atadas a la espalda, ejecutados de la forma más cobarde. Humillados en vida y humillados después de muertos

En Rusia seguirán dando mil versiones de esas imágenes, versiones tan increíbles como que esos cadáveres, también el de Iryna, no son reales, que son actores: personas que se han prestado a un "montaje teatralizado" de un horror imposible de imaginar hasta que los medios han podido llegar a esa ciudad tomada por los rusos… Que en la guerra se cometen atrocidades no hace falta que nos lo cuenten, lo sabemos. Pero ver lo que ha ocurrido en esa ciudad estremece. Cuerpos abandonados durante semanas en las calles, acribillados cuando iban a por algo de comida, como ese hombre tendido boca abajo con las patatas que llevaba en la bolsa a la vista. Quedaron esparcidas alrededor de su cuerpo, como testigos de lo que había ido a hacer: comprar algo de comida tras días escondidos en los refugios. O esas personas que habían salido a por leña y que acabaron asesinadas… Civiles, inocentes, que fueron acribillados sin piedad y que dejaron abandonados como a perros durante semanas. Algunos tenían las manos atadas a la espalda, ejecutados de la forma más cobarde. Humillados en vida y humillados después de muertos. Incluso colocaron minas junto a los cuerpos, como trampas para quienes, con algo más de piedad que ellos, decidieran ir a retirarlos y a darles sepultura.

Lo peor del horror que hemos visto en Bucha es saber que esa calle, esos muertos, no son los únicos

Lo peor del horror que hemos visto en Bucha es saber que esa calle, esos muertos, no son los únicos. Hay ciudades todavía aisladas en las que, según aseguran las autoridades ucranianas y los testigos, la masacre y la violencia han sido aún peores. Hasta que no lleguen los medios de comunicación, las cámaras, no sabremos qué ha pasado. Y en muchos casos, quizás, nunca llegaremos a saberlo. Así que desde aquí mi reconocimiento a esos compañeros que están allí, en Ucrania, contando lo que ven, contando lo que está pasando. 

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