Estas semanas Rusia ha roto la plácida burbuja de paz en la que reposaba Europa. Nos creíamos que ya la libertad había sido conquistada y nadie podía arrebatarla.
Rusia ha sembrado la destrucción más absoluta en Ucrania, invadiendo hogares y destruyendo familias. Padres que deben separarse de sus hijos, jóvenes con toda una vida por delante que deben abandonar sus sueños por defender a su país. La guerra solo trae drama y vidas rotas.
Cientos de desplazados están llegando a la Comunidad de Madrid, a un país desconocido y con la amarga sensación de que todo parece una mala pesadilla. Sus vidas han cambiado y no saben si volverán a ser como antes.
Los madrileños nos hemos volcado con ellos, con una solidaridad tan nuestra que nos caracteriza. Ciudadanos anónimos que han hecho todo lo posible por ayudar, acogiendo a niños en el calor de sus casas, donando mantas y material humanitario, o incluso yendo a la frontera que separa el terror de nuestra realidad para salvar todas las vidas posibles. Porque ahí debemos enfocar todos nuestros esfuerzos, en salvar todas las vidas posibles. En ofrecerles refugio donde encuentren el consuelo posible para poder recuperarse.
La Comunidad de Madrid es consciente de que es una obligación estar a la altura de las circunstancias. Por ello, como administración, ha puesto todo cuanto es necesario para atender a los desplazados. 1.000 niños ya han sido escolarizados, 1.200 personas ya cuentan con documento de asistencia sanitaria y el Hospital Enfermera Isabel Zendal está siendo un nuevo salvavidas, siendo el centro de distribución de material y de primera atención. Todo dispuesto, todo en marcha, aún sin tener las respuestas necesarias.
Porque para atender bien, para ayudar bien, hay que conocer. Necesitamos que el Gobierno de España haga también su parte y no abandone a las comunidades a su suerte nuevamente. Cuanto más coordinada sea la respuesta, mejores soluciones ofreceremos. Es momento de unidad y de dejar a un lado lo que nos separa. Por Ucrania.
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