Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Ucrania: el horror con música de fondo

Una mujer y un niño salen de un edificio residencial bombardeado en Kiev el 16 de marzo de 2022.
Una mujer y un niño salen de un edificio residencial bombardeado en Kiev el 16 de marzo de 2022.
SERVICIOS DE EMERGENCIA ESTATAL DE UCRANIA
Una mujer y un niño salen de un edificio residencial bombardeado en Kiev el 16 de marzo de 2022.

El silencio. Los medios de comunicación han interiorizado una fobia al silencio. Dicen que baja la audiencia, dicen que tenemos miedo al vacío. A los silencios, los incómodos y hasta los cómodos. Error, pues el silencio también habla. Es más, describe y nos permite asistir a los sonidos ambiente que retratan los matices de la realidad. Pero las prisas con las que consumimos los medios de comunicación fagocitan el plano detalle. Gana el impacto más grueso. 

Nos han acostumbrado a un estruendo constante para atrapar nuestra atención de forma artificial. No vaya a ser que se rebaje la trepidante intensidad en la que vivimos y nos distraigamos hasta cambiar de sintonía. Y cambiar de sintonía ya no significa sólo zapear de canal a canal, el espectador se puede ir directamente a otra plataforma e incluso a cualquier aplicación que nos conecta desde el teléfono móvil. 

Como consecuencia, no hay tregua a la fanfarria. Ni siquiera el ataque de Rusia a Ucrania se salva y es sonorizado con épicas bandas sonoras en la televisión de hoy. Hasta los informativos más serios caen en esa tendencia de sensibilizar la trágica actualidad humanitaria con músicas. Un síntoma del momento en el que estamos, donde la inercia del impulso impide pararse a pensar y, quizá, percatarse de que el horror no necesita retoques musicales planteados con el objetivo de camelar el sensacionalismo de la emoción más básica del espectador.

El horror de la realidad no es una ficción que envolver con trucos sensibloides. El buen periodismo es el que no incide, directamente radiografía. A veces, sin necesitar palabras. Sólo enfocar bien, escuchar mejor. Escuchar es el ejercicio más difícil, pero un primer paso para ejercitarlo es poner el mute a las músicas y pararnos a entender los significados que esconde el diálogo de los silencios y su expresividad. Al menos, intentarlo un rato. Sólo unos minutos. Porque la vida no es equiparable a un filme con final reconfortante. La vida no acaba con la euforia melódica de títulos de crédito de una película y algún que otro Telediario.

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