Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

11-S. Una fecha para la historia

Imagen de archivo del atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.
Imagen de archivo del atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.
ARCHIVO
Imagen de archivo del atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.

El 11 de septiembre, representado por el símbolo que implica su abreviatura, 11-S, es ya la fecha contemporánea más afianzada en el candelario histórico para el futuro. Han transcurrido veinte años y ya figura entre los inolvidables recuerdos de acontecimientos como el descubrimiento de América, la Revolución Francesa, el comienzo de la Guerra Mundial o la del nacimiento de los Estados el 6 de julio de 1776, por citar algunos.

El impacto mundial del derribo de las Torres Gemelas ha establecido un antes y un después. No solo por el número de víctimas – superado con creces por otros desastres o conflictos–, sino por impacto en la nueva etapa que la sociedad internacional está viviendo desde aquel momento. Atravesábamos una breve etapa de paz relativa lograda con el final de la Guerra Fría, sin conflictos relevantes, e inauguró un nuevo tiempo y un nuevo estilo de violencia y miedo.

Estos días hemos contemplado con pavor lo que está ocurriendo en Afganistán con la victoria de unos terroristas en una lucha global entre el terrorismo impulsado por ideas fanáticas que lideró Bin Laden, y sangrientos empeños para frenar los logros de los últimos siglos, y la libertad de las ideas y el progreso modernizador en todos los órdenes de la vida. Aquel 11-S ha marcado el comienzo de una nueva era de muerte y odio.

A aquellas víctimas en Nueva York hay que ir sumando desde entonces muchos miles que se van incrementando cada día con otros atentados, con apuñalamientos callejeros y con matanzas de inocentes protagonizadas por los asesinos suicidas del bando retrógrado y vengativo. La invasión de Afganistán y la guerra de Irak, que siguieron enseguida, son otros ejemplos de que las esperanzas de paz han sido fugaces.

El terrorismo yihadista en sus diferentes variantes, desde Al Qaeda al llamado Estados Islámico (ISIS), no admite diálogo ni renuncia a continuar matando para imponer sus creencias religiosas sobre todas las demás. La peor consecuencia que cabe extraer de la efeméride –todas ellas negativas– es que el yihadismo sigue expandiéndose, ganando nuevos adeptos e incrementando la amenaza, el dolor y la preocupación ante la incapacidad para derrotarlo.

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