Encarna Samitier Directora de '20minutos'
OPINIÓN

Sánchez y el dilema del prisionero

  • Las elecciones de Madrid han mostrado que hay corrientes subterráneas de descontento que afloran si encuentran la oportunidad.
Pedro Sánchez, en el Congreso.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso.
EFE
Pedro Sánchez, en el Congreso.

Tres años en La Moncloa para el político que fue repudiado por la dirección de su partido para volver en triunfo debería ser un aniversario para la celebración. Pero Pedro Sánchez llega a este aniversario víctima de la paradoja que le persigue desde el día de la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder. Los aliados independentistas que permitieron su investidura complican extraordinariamente la situación.

El presidente vive estos días, agudizado, el dilema de los presos del 'procés'. Si los indulta, contra la opinión del Tribunal Supremo, ley en mano; contra el criterio que él mismo mantuvo tras la sentencia; contra la opinión mayoritaria de los ciudadanos, y con el desdén de los propios beneficiados, puede asegurarse la legislatura. Al mismo tiempo, el perdón a los trece condenados por los graves delitos de sedición y de malversación amenaza con suponer para el PSOE, en palabras del socialista García-Page, una condena cuando los ciudadanos acudan a las urnas.

Las elecciones de Madrid han mostrado que hay corrientes subterráneas de descontento que afloran si encuentran la oportunidad. En las novelas policíacas, hay siempre un abanico de personajes con motivos variopintos para ser el sospechoso. En el caso de los votantes que optaron por el PP el pasado 4 de mayo, muchos de los votantes tenían razones añadidas para lanzar un aviso a la coalición gobernante en España: la política de alianzas era una de ellas. Hace tres años, el PP estaba noqueado por los casos de corrupción y el espacio a la derecha del PSOE se encontraba troceado en tres partes. Pablo Iglesias, hoy retirado de la política, auguró en la tribuna del Congreso que no volvería a haber alternancia. Las encuestas y la aritmética parlamentaria apuntalaban su tesis. Hoy, las piezas se han movido: la derecha ha empezado a reagruparse por la vía de los hechos y los sondeos reflejan un cambio en la dirección del viento político.

El Gobierno se afana estos días por presentar estos indultos como una medida balsámica para suturar la convivencia fracturada por el independentismo. Es una tesis que encuentra un importante escollo en la ausencia de una respuesta empática por parte de sus aliados. El nuevo Govern ha insistido en el mensaje de un referéndum de autodeterminación como un objetivo prioritario. Ninguno de los condenados en el juicio por el 'procés' ha mostrado un signo conciliador, sino desprecio hacia la medida de gracia. Es una manera muy extraña de emitir señales en pro de una convivencia digna. En el dilema del prisionero, la búsqueda de la mejor solución por dos partes que no se coordinan suele llevar a resultados contrarios a los esperados.

La experiencia demuestra que la política unilateral del apaciguamiento no funciona. Y también que el subconsciente de los ciudadanos guarda las contradicciones y los giros de guion por oportunidad que no les son explicados con argumentos sólidos o con soluciones tangibles. Y si no, que se lo pregunten a Pablo Iglesias.

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