OPINIÓN

Carlos Sainz o cómo mantener a raya la presión en Ferrari a base de trabajo

Carlos Sainz y sus mecánicos de Ferrari en Mónaco
Carlos Sainz y sus mecánicos de Ferrari en Mónaco
EFE
Carlos Sainz y sus mecánicos de Ferrari en Mónaco
Alonso llegó a la Fórmula 1 cuando todo era campo sin sembrar. Sus éxitos (que seguirán ahí por los siglos de los siglos, por mucho que ahora los quieran ocultar sus detractores) abonaron el terreno de una afición que, en parte, quiere ver continuado el camino en la figura de Carlos Sainz.

No voy a dar cifras concretas, pero Carlos Sainz no genera lo que genera Fernando Alonso. Tanto para bien como para mal, la figura del asturiano lleva al extremo las sensaciones, hasta el punto de que no se le puede elogiar sin que sea hasta el extremo ni criticar sin que sea con crudeza. O así lo consideran sus fans.

Alonso llegó a la Fórmula 1 cuando todo era campo sin sembrar. Sus éxitos (que seguirán ahí por los siglos de los siglos, por mucho que ahora los quieran ocultar sus detractores) abonaron el terreno de una afición que, en parte, quiere ver continuado el camino en la figura de Carlos Sainz.

No es fácil emprender una carrera con semejantes alforjas. Si ser hijo de quien es ya suscita suspicacias entre quienes no han visto una carrera de Fórmula 1 en su vida (Hulio), no debe ser sencillo intentar crear su propio grupo de aficionados sin contaminar por prejuicios previos. 

Pero poco a poco se está ganando el respeto de todos. Dentro del paddock lo tiene, de sobra. Se lo ganó en McLaren, que ahora sigue su ascenso en manos de un imparable Lando Norris, y poco a poco lo está haciendo en Ferrari. Mudarse a Maranello para trabajar en la fábrica desde el primer día le hizo ganar muchos puntos, e incluso cuando le vienen mal dadas, se muerde la lengua para evitar crear mal ambiente. Y si tiene que echarse a las espaldas el equipo, como hizo en Mónaco, lo hace. 

Sin Charles Leclerc (ni un GP sin drama en Ferrari), le tocó a él llevar la carga y se sintió cómodo con ello. Incluso se atrevió a insinuar que iba a presionar a Verstappen, imparable (ese barco sigue viento en popa, 'keep pushers') en su pugna por batir a Hamilton.

A base de trabajo, Sainz está cuajando una carrera propia alejada cada vez más de la larga sombra de Alonso. Piano, piano, sin hacer ruido, ya tiene a tiro a Leclerc: sólo les separan dos puntos. El madrileño ha entendido perfectamente cómo mantener a raya la presión de llevar el escudo del Cavallino Rampante y en el equipo están encantados. Todos los elogios que reciba, de momento, merecidos están.

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