El chavismo hace tiempo que se convirtió en una escuela modelo de dictadores. Parte de la herencia cubana –que resiste la sucesión autoritaria de los Castro, después de sesenta años– y mantiene sus principios con pistolas, porras y cárceles el paso del tiempo en algunos de los países latinoamericanos donde reencontró una tradición histórica a la que algunos permanecen aferrados.
El iluminado y golpista Chávez aprovechó el petróleo y la pedagogía política, impartida desde La Habana, sobre el usufructo del poder al margen de las penurias de los ciudadanos, uniformados por la igualdad y el silencio. El caso más elocuente es Venezuela, donde la herencia chavista de palo y tentetieso se mantiene intacta.
"Ortega, mitificado en sus comienzos, evolucionó hacia maneras crueles y despóticas"
Nicolás Maduro, el más indocumentado entre sus congéneres chavistas, lega su régimen dictatorial a Nicaragua, donde Daniel Ortega se está convirtiendo en la imagen viva de El señor presidente, El otoño del patriarca o La fiesta del Chivo que Asturias, García Márquez y Vargas Llosa perpetuaron para el recuerdo de los sátrapas del continente.
En el ámbito chavista, donde algunos protagonistas han venido cayendo, como ocurre estos días en Ecuador, descuella ahora la voluntad de perpetuarse en el poder por la fuerza de Ortega, siempre a la sombra de su mujer, Rosario Murillo. El que arrebató el "trono" al último de los Somoza para devolverle la libertad al pueblo es el mejor imitador de su satrapía.
Ortega, mitificado en sus comienzos, evolucionó hacia maneras crueles y despóticas. Su desprecio a la oposición democrática y su represión violenta han sembrado el país de sangre. Pero el matrimonio no se conforma: ante las elecciones, están tomando medidas dictatoriales para adelantarse al voto y que no se les prive de continuar dictando la suerte de sus compatriotas.
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