Sarah Morris Corresponsal británica en España
OPINIÓN

Madre de pandemia

Recién nacido
Un sanitario sostiene la mano de un recién nacido.
EFE/EPA/YAHYA ARHAB/ Archivo
Recién nacido

Un excompañero de Reuters que había cubierto varios golpes de estado y el colapso de varias monedas me confesó: "Al final no sabías si mandar la alerta o salir corriendo para sacar tu dinero de la cuenta bancaria". Durante una retransmisión en directo para France24 en la primera ola del Covid, contando que las tiendas de Madrid podían cerrar, yo tenía esas mismas ganas de salir corriendo, para comprar cuna, carrito y ropa para mi hijo.

Embarazada con 43 años, me había preparado mentalmente para todo tipo de complicaciones salvo para parir en tiempo de pandemia. Después de terminar aquella transmisión el viernes 13 de marzo, salimos corriendo a El Corte Inglés, arrasando en la sección infantil como los ganadores de un concurso televisivo a los que han dado hora y media para llevarse lo que puedan. Mis hermanos iban a llegar ese fin de semana desde Londres con cosas guardadas de mis sobrinos, pero el Covid, sus restricciones y sus consecuencias han hecho que, salvo mi hermana, mi familia siga esperando para conocer a mi hijo Alejandro, que cumple un año al final de este mes.

Entonces nadie sabía que la Covid, las restricciones y sus daños colaterales iban a durar tanto. Algunos incluso pensaron que el virus iba a golpear únicamente a Italia y España en Europa. Viendo los reportajes de las UCI madrileñas colapsadas, amigos y compañeros me preguntaron si había pensado en "volver" a Inglaterra para parir o buscar una matrona para hacerlo en casa. “¡Espero que no tengas moquetas caras!”, añadió un productor.

"Embarazada con 43 años, me había preparado mentalmente para todo tipo de complicaciones salvo para parir en tiempo de pandemia"

Lo tenía claro. Quería parir en el hospital público en la ciudad que ha sido mi hogar en los últimos quince años; pero mientras mandaba reportajes sobre la situación de la Covid en España, no tenía claro lo que nos esperaba en el Gregorio Marañón.

Tres semanas antes de salir de cuentas, el ejercito instaló un hospital de campaña para aliviar a su UCI. Nos habían anulado nuestras últimas sesiones de preparación al parto. Las matronas organizaron unos 'zooms'. Pregunté si podríamos aún tener un parto natural con epidural y utilizando la pelota de Pilates en la primera fase del parto y si los anestesistas iban a estar derivados para ayudar con pacientes con Covid. La matrona contestó que era nuestro derecho tener un parto natural, durase el tiempo que durase, y que nuestras parejas podrían acompañarnos.

Y así fue. Además, lejos del caos que había temido dadas las circunstancias, hubo tal organización y cariño por parte de las matronas, enfermeros y médicos que consiguieron lo que parecía imposible: hacernos olvidar la pandemia durante el parto. Entramos el jueves por la mañana en el hospital y estuvimos siempre en estancias luminosas e individuales, cómo si fuese un hotel, pasando de la sala de inducción al paritorio y luego a una habitación donde quedamos dos noches. Durante el parto hice las respiraciones como pude, quitándome la mascarilla quirúrgica cuando mi pareja y yo nos quedamos solos. Con la ayuda del fórceps, Alejandro llegó casi a medianoche, salvo y sano.

"Alejandro nació un 30 de abril, hace hoy justo un año, y siempre recordaré cómo salimos el 2 de mayo de 2020 del hospital"

Es evidente que no todas las mujeres y sus parejas tuvieron mi suerte. En mi país de origen, el sistema nacional de salud, el NHS, después de que hubo mujeres que tuvieron que parir solas, publicó en diciembre protocolos que recogían su derecho a tener a sus parejas acompañándolas durante y después del parto. Este mes un reportaje de The Guardian destacó que es algo que sigue dependiendo de cada hospital. Grupos cómo Pregnant Then Screwed (Embarazadas y Después Jodidas), Birthrights (Derechos del Parto) y The Fatherhood Institute (El Instituto del Padre) insisten en que las parejas también deberían poder acudir a las ecografías y acompañar en los momentos críticos del embarazo, sobre todo si la mujer puede recibir noticias preocupantes. Hay indignación por parte de muchos activistas porque hubo momentos en los que, mientras que las mujeres tenían que parir solas, sus maridos tenían el derecho a juntarse con cinco o más personas en un pub.

Alejandro nació un 30 de abril, hace hoy justo un año, y siempre recordaré cómo salimos el 2 de mayo de 2020 del hospital, con mi pareja llevándole en brazos. El bebé, por las restricciones, aún no había recibido su primer baño y llevaba un gorro enano manchado con sangre. En la calle había un par de familias y un patinete; era el principio de la desescalada después de dos duros meses de confinamiento. Poco después llamé a una amiga que tenía Covid para preguntar qué tal iba y me contó que su suegra había fallecido por el virus. No me lo había contado para protegerme dado que tenía que enfrentarme al parto. 

Unos días más tarde, en la calle, de camino al registro civil del hospital, dos sanitarias admiraban al bebé: "Es un bombón", dijo una. "Esto es lo que necesitamos", dijo la otra.

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