Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Juego de patriotas

El vicepresidente de la Generalitat y candidato de ERC a las elecciones catalanas, Pere Aragonès interviene durante un acto central de campaña electoral en Girona, Cataluña (España), a 7 de febrero de 2021.
El candidato de ERC, Pere Aragonès, durante un acto de campaña electoral.
Gloria Sanchez
El vicepresidente de la Generalitat y candidato de ERC a las elecciones catalanas, Pere Aragonès interviene durante un acto central de campaña electoral en Girona, Cataluña (España), a 7 de febrero de 2021.

Paseando por las calles de Lleida en plena campaña electoral tomé conciencia de que estaba rodeado de patriotas. Patriotas verdes, patriotas rojos, patriotas amarillos. Como la canción Fiesta de Serrat. Banderas de papel, verdes, rojas y amarillas. Todos patriotas. El edén catalán se compone de grupos de patriotas que reclutan hooligans de diversa ralea al calor del peor populismo patrio.

Del populismo patrio al patriotismo populista. Dos conceptos que maridan como el mal vino. Un patriota populista no concibe una patria indivisa, unida, que integre a los diferentes, sino que es un patriotismo castrante, fraccionario y menguante. Su patria, para los becerros del populismo patriótico, es solo el territorio donde anidan sus propias ideas, sin intención de albergar a nadie fuera de ellas.

El populismo sobreexcita las emociones, la morbidez, el activismo sentimental

No en vano, detrás del populismo de los patriotas hay una patología vírica, más aguda que la Covid-19, que presenta un síntoma inequívoco como es la negación de la democracia liberal y del principio representativo. El populismo, en cambio, sobreexcita las emociones, la morbidez, el activismo sentimental. Nos promete sensaciones fuertes, plebiscitos inmediatos y nos sitúa en la tesitura de estar o no a favor de ellos. No hay otra opción. Conmigo o contra mí. Patria menor mutilada en la que solo caben unos, frente a una patria mayor donde caben todos en una democracia representativa.

El domingo pasado había muchos patriotas de granel, populistas de garrafón. Patriotas de autoconsumo que niegan la extraordinaria virtud de la tolerancia. Patriotas que piensan que el discrepante es un antipatriota, al que únicamente cabe aniquilar, para hacer posible un monopolio del poder político. Aquella sociedad abierta catalana, prodigiosa, convertida en una sociedad cerrada por la intransigencia y el terror de unos y de otros.

La política catalana está preñada de patriotas populistas que convierten la intolerancia en su razón de ser

Era Antonio Maura el que decía que todo patriotismo cabal tiene que tener un factor de sacrificio debido. Si para ser patriota al uso tradicional es necesario entender al disidente, al otro, el populista nada tiene que hacer. Porque el populista infecta el patriotismo de una retórica en la que no caben todos. Estás abocado a ser "uno de los nuestros", ya seas verde o amarillo, porque, de lo contrario, solo queda no ser o no estar. No ser porque no perteneces al grupo y no estar porque tienes que huir sin mirar atrás.

La política catalana está preñada de patriotas populistas de un lado y del otro que convierten la intolerancia en su razón de ser. Porque, fuera de esa intolerancia, se verían obligados a entender lo que piensa el otro. Me juzgan a veces algunos mozalbetes rijosos por hablar con todos, aunque no comparta sus opiniones políticas. La gran victoria del pensamiento crítico y liberal es aceptar la discusión como método de acercamiento intelectual. Lo sigo intentando. Soy aragonés.

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