Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

Europa y las ciudades

Un grupo de personas con mascarillas cruza un paso de cebra de la Gran Vía de Madrid.
Un grupo de personas con mascarilla cruzando la Gran Vía de Madrid.
Jorge Paris
Un grupo de personas con mascarillas cruza un paso de cebra de la Gran Vía de Madrid.

Hace pocos días la Comisión presentó su Informe sobre la calidad de vida en las ciudades europeas en el que se analizan diferentes parámetros en más de 80 ciudades, cuatro de ellas españolas. Estos parámetros se miden a través de la percepción de los ciudadanos –en realidad no hay otra manera de hacerlo–, en un proceso de encuesta que abarca ciudades de diverso tamaño, desde pequeñas capitales de provincia, como pueden ser Braga o Aalborg, hasta las grandes urbes de Londres o París. 

Al igual que el cerebro, no sabemos bien cómo funcionan las ciudades y nos limitamos a ver desde fuera la compleja malla que forman con miles de conexiones diarias y que le dan ese toque de magia a los espacios urbanos. En Europa, además, tenemos suerte: ninguna de las grandes ciudades del globo está en nuestro continente, que se articula a través de una gran red de urbes de tipo medio en las que la vida es más sencilla para los vecinos.

"Los madrileños usan el transporte público más que la media europea y los barceloneses lo ven más seguro"

Los resultados, frente a lo que pudiera parecer escuchando a los profesionales del excepcionalismo español, son muy buenos para nuestras ciudades. Si el porcentaje de vecinos que consideran de media que su ciudad es "un buen lugar para vivir en general" es del 91% en toda Europa, en las cuatro ciudades españolas analizadas la cifra se supera, por tres y cuatro puntos en Barcelona y Madrid, respectivamente, y hasta llegar nada menos que al 97 y 99% en los casos de Málaga y Oviedo, respectivamente.

Las ciudades españolas obtienen de manera general puntuaciones muy superiores a la media europea en cuanto a ser ciudades inclusivas para colectivos como los mayores, los inmigrantes o relacionadas con la orientación sexual de la persona, y todas destacan por algo en concreto. Los madrileños usan el transporte público más que la media europea, los ovetenses creen más que su ciudad es segura para caminar de noche –casi al nivel de la más segura, Copenhague–, mientras que los malagueños creen que acceder a una vivienda en su ciudad es asequible –casi 25 puntos por encima de la media europea–, y los barceloneses, finalmente, creen que el transporte público es seguro en un mayor porcentaje que el resto de los europeos. En cualquier caso, hay retos también: la calidad del aire y el ruido en Madrid y Barcelona; la facilidad para encontrar empleo en Málaga y Oviedo, muy lejos en ambas ciudades de la media europea.

La ciudad –en todo el mundo– es el punto en el que uno se encuentra con los diferentes, en el que uno es libre para desarrollar su proyecto vital. Quizá por eso Claudio Rodríguez nos recuerda siempre que "todos llevamos una ciudad dentro".

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