Iñaki Ortega Doctor en economía en la Universidad en internet UNIR y LLYC
OPINIÓN

No quiero salir

Desconfinamiento
Paseos en Madrid durante la fase 0 de desconfinamiento.
Jorge París
Desconfinamiento

España ha disfrutado por primera vez en dos meses de un fin de semana casi normal. Cientos de miles de compatriotas han podido, por fin, salir de casa para pasear, andar en bici o simplemente tomar el aire. En esta fase del plan de desconfinamiento los niños ya pueden patinar, los padres correr y los abuelos callejear y nadie ha querido perdérselo. ¿Nadie?

Alejandro tiene once años y no quiere salir porque dice que el virus está flotando en el aire. El hijo de Pedro prefiere quedarse en casa y después de siete semanas todavía no se ha hartado de jugar al FIFA en su consola. María ha decidido seguir en el sofá viendo la televisión porque saliendo igual se trae la Covid-19 en la suela de sus zapatos. Nieves se ha pasado el puente de mayo con reuniones urgentes y así terminar el informe para el Consejo que le ha pedido su jefe.

Por si no lo sabías, Erving Goffman es considerado uno de los sociólogos más importantes de la historia. Su aportación a la ciencia fue el concepto de instituciones totales, que viene al caso estos días de pandemia. Para este canadiense una institución total es un lugar de residencia donde los individuos –aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo– comparten en su encierro una rutina diaria.

"Se están rebelando ante un nuevo mundo que traerá más paro y miseria que nunca"

En estos lugares, que en su investigación eran cárceles, psiquiátricos u orfanatos, se rompe el ordenamiento social básico porque no se distingue entre los espacios de juego, descanso y trabajo. Todo en el mismo sitio y con la misma autoridad. Los que conviven en ellas acaban padeciendo síntomas de inferioridad, miedo e inseguridad, lo que llevó a calificarlas como instituciones absorbentes y totalitarias.

Ahora piensa si tu encierro estos días en casa no ha sido tal y como lo define Goffman: comer, trabajar, dormir y divertirse en las mismas cuatro paredes con las mismas personas durante 50 días. No debe extrañarnos, por tanto, que estos días algunos no quieran salir casi –como si padeciesen un síndrome de Estocolmo– o, incluso, que otros vean demasiados peligros en la calle, como el preso de esa película que delinque para volver a prisión porque solo allí se encuentra seguro. Fortnite puede ser tan adictivo como Zoom si has abusado de ese videojuego o del teletrabajo en este confinamiento. Pero antes de que te pongas a compadecer y a buscar tratamiento farmacológico a los que no han querido salir a la calle aún, piensa que igual están más cuerdos que tú. Que solo se están rebelando ante un nuevo mundo que traerá más paro y miseria que nunca. Que no quieren esa "nueva normalidad" cimentada sobre 25.000 fallecidos y millones de ancianos damnificados. Igual por eso muchos no quieren salir, y lo que quieren es volver al mundo de siempre, al de antes del coronavirus. Yo me apuntaría a ello.

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