OPINIÓN

Lo que puedo ofrecer...

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias conversan durante el pleno en el Congreso.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias conversan durante el pleno en el Congreso.
J.J. Guillén / EFE
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias conversan durante el pleno en el Congreso.

En una de sus periódicas comparecencias públicas durante esta crisis sanitaria, el presidente del Gobierno nos dijo que «todo lo que puedo ofrecer es sacrificio, resistencia y moral de victoria». Era la segunda vez que rememoraba los discursos de Churchill durante la Guerra Mundial: «No tengo nada que ofrecer salvo sangre, trabajo, lágrimas y sudor». Las metáforas bélicas se han generalizado en este tiempo de zozobra. Pero las hay para diferentes gustos e intereses.

Recordemos, por ejemplo, nuestra última guerra, la de 1936 a 1939 que, igual que otras anteriores, también fue una guerra de nosotros contra nosotros. Por tanto, muy española. Mientras Franco unificaba todo el poder en su persona hasta ganar, en el bando republicano había, como poco, dos sectores. En uno estaban aquellos que, con buen criterio, querían concentrar el mando y olvidar la política temporalmente para dedicarse a ganar la guerra. 

En otro estaban quienes, impacientes, veían la oportunidad de hacer la revolución al tiempo que hacían la guerra. El resultado fue que perdieron la guerra, se quedaron sin revolución y Franco gobernó hasta su muerte natural cuarenta años después.

Hoy, el gobierno en tiempo de guerra sanitaria y económica ha conseguido dar la impresión de que se repiten esas dos tendencias. Algunos de sus miembros parecen entregados, con éxito dispar, a la única causa de parar la pandemia y limitar su coste social, mientras que otros han visto en la pandemia una oportunidad para asaltar el cielo que las urnas no les permitieron asaltar en otro momento: para hacer su revolución pendiente.

De puertas de Moncloa hacia fuera, los dirigentes de la oposición reprochan a Pedro Sánchez su ensimismamiento y que solo les llame para pedir apoyo, no para consultar las medidas que se aplican por decreto desde la autoimpuesta soledad del poder. En Génova 13 tratan de encontrar el punto justo en el que su actuación sea entendida como leal, pero no como perruna; patriótica, pero insobornable; recta, pero no arrastrada ante el poder. 

Para su desgracia, ese punto no acaba de aparecer en el horizonte de Pablo Casado. Por su lado, Santiago Abascal se acomoda otra vez extramuros del sistema y ni siquiera acepta hablar cuando le llama el presidente. Esas formas tienen su público, y no es escaso. Inés Arrimadas nada para no ahogarse. Y Pablo Iglesias, desde su atalaya, apenas oculta sus veleidades expropiatorias y su pasión por el modelo de gobiernos subvencionadores.

Algún día, este desastre pasará y llegará el momento de que los ciudadanos tomen una decisión importante. Y no será necesariamente a quién culpan de lo ocurrido, que también. Decidirán en quién confían para recuperar al país.

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