Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Buscando vocaciones

El papa Francisco en la misa de Año Nuevo
El papa Francisco durante la misa de Año Nuevo.
EFE/EPA/ANGELO CARCONI
El papa Francisco en la misa de Año Nuevo

El celibato no se toca. Es la dura advertencia que le ha lanzado el papa Benedicto XVI al papa Francisco tras anunciar que está pensando ordenar a curas casados en la Amazonia ante la falta de candidatos. Un problema que no afecta solo a la Iglesia católica. 

En una época en la que faltan vocaciones la solución hay que buscarla donde sea. Y si lo que ofrece la sociedad es tecnología, pues a por ello. Si no hay jóvenes dispuestos a vestir los hábitos, ese es un modo de engancharles a la fe. 

Es lo que han debido de pensar en un templo budista de Japón donde desde mediados de agosto un robot hace las veces de monje. Puesto en una habitación especial, con su altar y todo, va recitando los sutras budistas sin parar. 

Dicen los monjes que lo importante no es quién los diga sino lo que diga, que en la religión budista lo que importa es el camino de Buda y da igual si en este caso es una máquina programada para no agotarse en la tarea de lograr nuevos adeptos. 

Aquí no hay opción al desaliento ni a la decepción. La máquina se muestra igual de optimista todos los días, sin dudas existenciales ni de fe. Y eso, en la religión budista es una ventaja: este cura sin alma será inmortal y podrá aprender de las enseñanzas de otros, acumulando sabiduría en su eterna vida. Algo fundamental para ellos.

Este cura sin alma será inmortal y podrá aprender de las enseñanzas de otros

La imagen es impactante: un templo de más de 400 años de historia abrazado a las nuevas tecnologías para seguir impartiendo las lecciones de Buda. Pero lo más curioso es lo que dicen sus colegas, los sacerdotes de carne y hueso que siguen compartiendo edificio y enseñanzas con el robot. Admiten que quizás para ellos es cada vez más difícil conectar con la gente joven y que una máquina puede lograr lo que ellos no consiguen, que les escuchen.

Reconocen que entre la sociedad japonesa la iniciativa no ha causado demasiado rechazo, al fin y al cabo son la sociedad más adaptada a esta convivencia cada vez más real entre humanos y robots. Si ya eran común que en un restaurante, un hotel o en un aeropuerto te atendiera un robot, lo último que quedaba es que entrara en los espacios más sagrados, en los templos. 

De momento los budistas, pero tiempo al tiempo, porque como al papa Francisco le ponga más trabas el ala más conservadora del Vaticano puede que acabe copiando a estos monjes. Y es que cada vez les es más complicado convencer a la gente joven de que lo dejen todo, su vida, sus sueños, sus proyectos, para consagrarse al sacerdocio. Así que si no quieren perder fieles, tiran de ingenio.

Y ahí está el cura budista, que ha costado una fortuna, un millón de dólares, y que sin descanso repite las consignas día y noche. Ah, por cierto. Se me ha olvidado comentar un detalle. El robot en cuestión encarna a la diosa de la compasión, Kannon. Toda una metáfora. Apiádense de nosotros.

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