Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Frankenstein, su monstruo y el Gobierno

El actor Boris Karloff (1887-1969) en el reparto de Frankenstein (1931) haciendo de monstruo.
El actor Boris Karloff en el reparto de Frankenstein (1931).
Universal Pictures / GTRES
El actor Boris Karloff (1887-1969) en el reparto de Frankenstein (1931) haciendo de monstruo.

Aquello fue un experimento. El doctor Víctor Frankenstein trató de crear un nuevo ser a partir de los despojos de diferentes cadáveres. Su criatura debería tener un tamaño descomunal, casi dos metros y medio, porque –según pensó– trabajaría mejor y más deprisa con órganos grandes. Para obtener esas vísceras acudió a las salas de disección y a los patíbulos, allí donde hubiera cuerpos que nadie reclamara. Los juntó, los cosió y proporcionó al conjunto la energía capaz de dotarlo de vida. Así nació, en la imaginación de la escritora británica Mary Shelley, el monstruo de Frankenstein. En términos científicos una chapuza inverosímil, pero cuando fue concebida hace doscientos años constituyó la primera obra de ciencia ficción de la historia.

La novela fue adaptada al teatro y representada en distintos escenarios, aunque sería Hollywood quien le daría el espaldarazo planetario con aquella versión terrorífica interpretada en 1931 por Boris Karloff.

Aquí, en España, la historia de Shelley hizo fortuna en política de la mano del Alfredo Pérez Rubalcaba, cuyo ingenio y sentido de Estado se echa ahora tanto de menos. En el verano de 2016, cuando tras unas segundas elecciones generales la composición del Congreso no dejaba una mayoría parlamentaria clara, Rubalcaba se sirvió de aquel monstruo para criticar la posibilidad de que Pedro Sánchez fuera investido con el apoyo de Podemos, nacionalistas e independentistas. A eso le llamó en los cursos del Escorial la "investidura Frankenstein".

Su metáfora siguió rodando en los últimos tres años al sustanciarse, primero, en la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy el 1 de junio del 2018; un año después en la investidura fallida de Sánchez y, ahora, en su intento de gobernar en coalición junto a Unidas Podemos con la abstención de ERC.

La idea del "monstruo" vuelve pues a recobrar vida en la terminología política por quienes rechazan tal operación, pero ya no hablan de investidura, sino de «Gobierno Frankenstein», que no es lo mismo. Así como la investidura del candidato socialista requiere la compleja maniobra de recabar apoyos o abstenciones, dejando a la vista horrendos costurones, el Gobierno bicolor aspira a ser menos monstruoso.

Tanto en la Moncloa como en la sede de Unidas Podemos parecen conscientes de que, si finalmente prospera la investidura, no pueden incurrir en fantasías ni cometer torpezas que desprestigien su acción de gobierno y, mucho menos, romper la unidad y mostrarse como la cubierta de un barco pirata. Saben lo que se juegan en esta legislatura y que un gobierno fallido les abocaría a un adelanto electoral en el que la derecha podría tumbarles para una larga temporada. Es mucho lo que arriesgan y no hay pegamento más fuerte que el que proporciona el ejercicio del poder.

Víctor Frankenstein era un visionario lunático ávido de gloria que quiso emular a Dios dando la vida a un engendro imposible. Su monstruo en cambio, según la descripción de Shelley, era sensible, emocional e inteligente, un ser solitario que lo único que anhelaba era un poco de comprensión y algo de afecto y compañía con quien compartir su existencia. La oposición debe conocer la historia, no vaya a ser que de tanto hacer juicio de intenciones e insultar al Gobierno llamándole Frankenstein acabemos tomándole cariño.

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