La transición energética en la que el mundo está inmerso es inseparable de la transición demográfica.

La población va a crecer y va a envejecer o, en términos demográficos rejuvenecer, al mismo tiempo, una situación que nunca había ocurrido en la vida del planeta, de hecho, en los próximos 30 años 2.000 millones de personas se sumarán a los actuales 7.700 millones. En 2050 la cifra ascenderá a 9.700 personas y en 2.100 en el planeta vivirán 11.000 millones.

Obviamente, más población necesita más recursos, y si vive más años, otra forma de generarlos y de distribuirlos. Los cambios de la transición demográfica son la raíz de todo lo demás y producen al menos dos efectos claves para la economía.

Primero, la caída de la ratio de población que trabaja sobre la que consume. La población mayor de 65 años pasará del 30% actual hasta el 50-70% en 2050.

La población mayor de 65 años pasará del 30% actual hastam el 50-70% en 2050

Segundo, la sostenibilidad de los sistemas de pensiones basados en esquemas de reparto se resiente.

Ante esta transformación, el primer paso sería que los ciudadanos puedan disponer de información clara y detallada sobre sus obligaciones y derechos dentro del sistema de pensiones para poder planificar con suficiente anticipación.

La Agencia Tributaria, por ejemplo, es muy eficaz en el manejo de la información, así debería ocurrir con las pensiones.

Posteriormente y aunque la situación política no ayuda, hay otros pasos a considerar. La inmigración, un recurso valioso en un contexto de escasez de población activa suficiente como para cubrir estas necesidades de las empresas y las administraciones públicas.

Aumento del peso de los inmigrantes

EFE

Según la Airef, el aumento del peso de los inmigrantes en la población total pasará del 10 por ciento hasta el 15 por ciento en 2050 y a lo largo de los próximos 30 años las entradas de inmigrantes serán de 8 millones de personas, por lo que la gestión que se realice de ese fenómeno será esencial para favorecer el crecimiento de la economía, generar ingresos estables y compensar el descenso de la población inactiva.

Hasta la fecha, este es un asunto que suele incomodar y se mira de soslayo, aunque no por eso va a desaparecer.

Ahorro

La segunda consiste en ahorrar más y trabajar más años, una sencilla recomendación inalcanzable con una tasa de ahorro como la actual del 4,9% de la renta disponible, una de las más bajas de las economías de nuestro entorno. Es reducida por tres motivos.

Salarios

EPDATA

Uno, los salarios. Un asalariado público gana 2.654 euros de media y uno privado 1.772 euros, diferencia debida a que el sector privado es el que más ha soportado los ajustes de la crisis. Sea en un caso o en otro, esas retribuciones no dejan mucho margen de ahorro.

Envejecimiento

Dos, el envejecimiento. Este proceso altera las necesidades de consumo y obliga a gastar más en salud y cuidados de larga duración que a ahorrar, es más, se espera que esos gastos recaigan sobre el Estado, que recurre al déficit público para sufragarlos.

Tipos de interés

Tres, el nivel de tipos de interés y su previsible evolución. No es el mejor aliado. Los tipos de interés negativos traspasan hoy una pérdida segura a los ahorradores, fondos de pensiones y seguridad social, que son los que compran deuda soberana.

Ahora bien, las alternativas inversoras/ahorradoras, implican riesgos que no todo el mundo está dispuesto a tomar. Así pues, o las autoridades adoptan medidas que favorezca el ahorro más conservador o difícilmente se producirá.

Trabajar más años

EUROPA PRESS - Archivo

La otra recomendación, trabajar más años, colisiona frontalmente con la tozuda realidad: la disfuncionalidad del mercado laboral español, donde persiste un paro muy elevado entre jóvenes y mayores de 55 años, que son los más castigados por la crisis y los ERE.

Cabe recordar que la tasa de desempleo hoy es igual que en 1982. ¡Treinta y siete años de debates, propuestas, análisis y demás parafernalia, han servido… ¡para seguir en el mismo sitio!

EUROPA PRESS - Archivo

Estos obstáculos a esas soluciones requieren cambios estructurales e iniciativas de Estado persistentes. Noruega, por ejemplo, creó hace 23 años el fondo gubernamental de las pensiones, que desde el pasado 8 de noviembre ya supera un billón de euros, es decir, el PIB español, después de revalorizarse año a año.

Impuestos a las petroleras

GTRES

Sus ingresos son los impuestos que se cobran a las compañías petroleras con licencia para explotar campos de crudo en el país, los cánones de las firmas que hacen prospecciones y los dividendos de la compañía petrolera semiestatal. Esos recursos del fondo cubren el 20 por ciento del presupuesto y a cada ciudadano noruego le corresponden 187.000 euros.

España no tiene petróleo, pero cabe plantearse la posibilidad de crear un fondo similar vinculado a sectores en los que el país es fuerte. Se impone la creatividad.