Noelia Núñez Diputada del PP en la Asamblea de Madrid
OPINIÓN

Por el futuro merece la pena

Niños en un aula del Colegio Privado Alameda de Osuna en el primer día del curso escolar 2020-2021, en Madrid (España) a 7 de septiembre de 2020.
Niños en un aula de un colegio.
Jesús Hellín
Niños en un aula del Colegio Privado Alameda de Osuna en el primer día del curso escolar 2020-2021, en Madrid (España) a 7 de septiembre de 2020.

El mérito, el esfuerzo, las ganas de superarse no deberían ser elementos ajenos en nuestro sistema educativo.

Llevamos un tiempo viendo, estupefactos, la pérdida de la esencia de lo que ha de ser un sistema educativo sólido. La nueva ley de educación, la famosa ley Celaá, supone la destrucción de la base sobre la que tendría que asentarse el futuro de miles de niños y jóvenes.

Les confieso que me entristece enormemente ver en lo que se está convirtiendo la educación en España. Recuerdo que en mi clase, durante Secundaria especialmente, nos esforzábamos para ver quién sacaba la mejor nota en los exámenes. Era una pequeña competencia sana entre nosotros mismos que te animaba a superarte en el siguiente si no te había ido muy bien, o te hacía continuar con paso firme para no relajarte, pues otros venían pisando los talones.

"Los profesores dejarán de tener la autonomía y la autoridad en sus clases para convertirse en meros figurantes. Eso sí, figurantes con perspectiva de género"

Ahora, con esta nueva ley, se inculca que esforzarse, que querer progresar o incluso competir no son valores apropiados para las aulas. Ahora se pretende premiar la mediocridad, el decidir no hacer nada. Se van a premiar los malos resultados en lugar de los buenos.

Y esto no solo es nefasto para los alumnos, también es un descrédito a la labor de los profesores. Con la ley Celaá, los profesores dejarán de tener la autonomía y la autoridad en sus clases para convertirse en meros figurantes. Eso sí, figurantes con perspectiva de género, que es lo único que parece importar a las ministras socialistas para que la educación sea de la, supuestamente, máxima calidad.

La destrucción del sistema educativo es el primer paso de un perfecto y minucioso plan para derribar el futuro de toda una generación en construcción y abocarla a la dependencia y desesperación, al más absoluto fracaso. Una generación de cristal que será incapaz de enfrentarse a los problemas reales de la vida, que no sabrá gestionar la frustración ni emprender un camino en solitario.

Tenemos, los que creemos en una educación en libertad, una dura contienda para evitar que miles de niños hoy, que serán los adultos de mañana, pierdan cualquier atisbo de esperanza en su porvenir.

Desde la Comunidad de Madrid, con la Ley Maestra de Libertad Educativa, vamos a luchar por la autonomía de centros y profesores, por la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos, por el esfuerzo y el mérito. Porque por el futuro siempre merece la pena luchar.

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