Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

De aragonés a Aragonès

Pere Aragonès, durante su discurso de toma de posesión como presidente de la Generalitat.
Pere Aragonès, durante su discurso de toma de posesión como presidente de la Generalitat.
Imagen de TV3
Pere Aragonès, durante su discurso de toma de posesión como presidente de la Generalitat.

Que un Aragonès sea presidente de Cataluña es el principal homenaje que se puede rendir a todos los reyes de la Corona de Aragón que hoy yacen en Poblet. Como diría Wilde, la importancia de llamarse Aragonès, con permiso de Ernesto.

En la tradición vernácula de reyes y presidentes de mi querida Cataluña, alguno reciente con delirios de rey Ubú, ya es historia olvidada la de Pedro IV el Ceremonioso. Hoy se abre al presente en el Palau la biografía animada de Pere el de Pineda de Mar. Como aragoneses que somos, querido Pere, compartimos durante muchos años la historia común de Petronila y de Ramón Berenguer IV, desposados en Barbastro en 1337, mucho antes de que naciera Escrivá de Balaguer: "En nombre de Dios, yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de los aragoneses, doy a ti Ramón, conde de los barceloneses y marqués, mi hija como esposa y todo el reino de los aragoneses en su integridad". Quizá fuera la primera menor no acompañada de la historia de nuestra Corona.

Como aragoneses que somos, querido Pere, no podemos olvidar nuestra historia común pero también nuestra historia natural. Ya Madariaga recordaba que, provistos de un alma catalana enérgica, vuestra españolidad no está en duda, como no lo está la animalidad de los caballos o la rubicundez de los teutones. Pues eso, Pere, que Cataluña independiente sería algo así como un brazo que se va de paseo dejando en casa el resto del cuerpo. Y que no lo digo solo yo, que lo dice el propio Madariaga, que España sin Cataluña sería un cuerpo lisiado, más lisiado de lo que ya está.

Como aragoneses que somos no podemos olvidar nuestra historia común pero también nuestra historia natural

Como aragoneses te lo digo, y desde nuestro orgullo de pertenencia, el victimismo es un recurso corrosivo, más propio de una visión de servidumbre histórica que de una sociedad moderna. ¿Quién oprime? ¿España, Madrid o la ignorancia y la manipulación? Porque, palabra de aragoneses, no hay un Estado opresor. Más bien lo que hay, amigo Aragonès, es un asfixia castrante de unas oligarquías políticas nacionalistas que han sustituido a las antiguas oligarquías territoriales barcelonesas. Somos hijos de una sangre común, hermanos del mismo ‘casal’, al fin y al cabo aragoneses.

"Solo se puede saber lo que somos si se determina cómo hemos llegado a serlo", decía Weber. Y ahora que volvemos a saber quiénes somos, amigo Pere, ignora a tus enemigos íntimos, evita tus ensoñaciones épicas, y recuerda que en Pineda todos luchamos contra Napoleón y que allí se libraron batallas cruentas de carlistas amotinados. A Dios y a Tarradellas doy gracias que un Aragonès sea presidente de la Generalitat. Todo queda en casa, la de los aragoneses.

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