Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

Horizontes tomados en el centroderecha

El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en el Congreso.
El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en el Congreso.
J. J. GUILLÉN / EFE
El líder del Partido Popular, Pablo Casado, en el Congreso.

Aunque en el ámbito de los análisis electorales se le llame efecto bandwagon (todo suena más fino en inglés), creo que lo que mejor explica la situación en la que puede estar entrando el Partido Popular tras las autonómicas catalanas es la pendiente que se conoce como el efecto Mateo. Ya saben, aquella parábola evangélica en la que Jesucristo, refiriéndose a los talentos, sentencia que "al que tiene se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará incluso lo que tiene". Y es que los malos resultados obtenidos por los populares se traducen en una bajada de más de tres puntos con relación al último sondeo de la serie que este periódico realiza desde hace meses. Si a ello se le suma la fortaleza de Vox, el resultado es no solo que el PSOE lidere con comodidad la carrera demoscópica, sino, sobre todo, que ahora mismo estemos cerca de hablar de un empate técnico entre ambas formaciones.

A falta de saber si esta situación es coyuntural o, por el contrario, deviene en estructural, los problemas se le acumulan a los –todavía– vecinos de Génova 13, y esa acumulación puede deslizar al partido por una pendiente de la que puede ser muy difícil salir a lo largo de los próximos meses. Pablo Casado obtiene su peor valoración en la serie histórica, situándose por vez primera por debajo del 3 en la escala con la que se mide la actuación de los políticos. Pero quizá lo más preocupante de todo es que la gran mayoría de los votantes ubicados desde el centro hasta la derecha creen que el PP debería de buscar otro líder: esta cifra alcanza incluso a casi el 56% de los votantes del PP. Para contextualizar lo que esto significa, hay que compararlo con lo que ocurre al otro lado del espejo: aunque también son más los votantes que creen que Arrimadas debe irse, entre los votantes de Cs es mayoritaria la opinión de que ha de quedarse.

La solución a este laberinto parece apuntarse en la encuesta: los votantes de la izquierda no quieren que el espacio que va del centro a la derecha se fusione en un solo partido político, mientras que los votantes de los tres partidos que ocupan ese espacio sí que se muestran favorables –siendo los votantes populares los más entusiastas, por cierto–. El diablo, como siempre, está en los detalles, ya que no todos los que la apoyan están pensando en la misma unión: los votantes ubicados en el centro y el centroderecha apuestan por una fusión entre Cs y PP, descartando a Vox de manera mayoritaria, mientras que los electores ubicados más a la derecha quieren una fusión de los tres partidos. Y es que jugar en el marco diseñado por tus adversarios lo pone todo más difícil. Siempre.

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