Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

Volver a empezar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (izq) y el presidente del PP, Pablo Casado (dech), se saludan a las puertas de La Moncloa, antes de su reunión, en Madrid (España), a 17 de febrero de 2020.
Pedro Sánchez y Pablo Casado.
Eduardo Parra - Europa Press - Archivo
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (izq) y el presidente del PP, Pablo Casado (dech), se saludan a las puertas de La Moncloa, antes de su reunión, en Madrid (España), a 17 de febrero de 2020.

Arranca el curso político y parece que el verano le ha sentado bien al Gobierno. El tiempo parece ir atemperando el terremoto demoscópico que se produjo a raíz de las elecciones autonómicas de mayo en la Comunidad de Madrid y, por primera vez desde la primavera, el Partido Popular y el PSOE se sitúan en un empate técnico que nos devuelve a todos a la casilla de salida. Dos elementos clave parecen sostener estas novedades: por un lado, mientras que los partidos aliados en el Gobierno mejoran la fidelidad de sus votantes respecto a la primavera, los de Pablo Casado retroceden hasta unos niveles similares a los previos a las elecciones regionales madrileñas. El otro elemento está relacionado con el cambio de liderazgo en la formación morada, en tanto que la vicepresidenta Yolanda Díaz parece haber detenido la caída de Unidas Podemos: por primera vez desde febrero, la coalición supera el 70% en fidelidad de voto, un elemento clave para entender el cese de la sangría que los conducía hacia la irrelevancia política.

Con relación al liderazgo, es interesante analizar también lo que muestra la encuesta en el contexto de un país como el nuestro, sumido desde hace décadas en una preocupante deriva presidencialista. Si los liderazgos fuertes son buenos y los débiles son malos, los electores consideran que el liderazgo de Pablo Casado en el Partido Popular y de Inés Arrimadas en Ciudadanos son débiles, frente a la fortaleza demostrada tanto por Abascal -su partido resiste bien los embates populares- como por Pedro Sánchez al frente de sus formaciones.

En cualquier caso, queda mucho curso por delante y el camino gubernamental está empedrado de problemas para la coalición. La 'mesa de diálogo' establecida entre el Gobierno de la nación y el Gobierno autonómico de Cataluña es apoyada por apenas uno de cada cuatro ciudadanos. En esta línea de rechazo general, apenas un tercio de los españoles considera que esta mesa sea buena para el conjunto del país y más de la mitad de los ciudadanos creen que no servirá para rebajar la tensión política en España. Otro problema en el horizonte es el del precio de la energía: los españoles achacan de manera abrumadora al Gobierno dejación de funciones a la hora de evitar la subida de la factura energética (ocho de cada diez creen que no ha hecho lo suficiente) y tampoco creen que con sus medidas se vaya a arreglar la situación. Por si esto fuera poco, gran parte de las medidas que está tomando el gobierno tienen, cuando enfilamos la recta final de la legislatura, más apoyo entre los votantes de UP que entre los votantes del PSOE. Iniciamos un curso clave, así que, desocupado lector, no pestañee, que se lo pierde…

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